martes, 17 de junio de 2014

Los Yámanas, forma de vida y canoas






http://maps.google.com/?ll=-55.25721,-69.14039&spn=1.317979,1.82373&t=p&z=9



Isla Hoste- Península Dumas -de Caleta Awaikirk en el Canal Beagle al Seno Ponsomby

Uno de los tantos lugares costeros empleados por los yámanas

En la playa de Awaikirk, se han encontrado  varios pequeños montículos que resultaron ser conchales de cholgas cubiertos con una ligera capa de pasto, y poco mas allá en, en lindero del bosque de lengas, las estructuras de palos de las chozas que los yámanas cubrían con pieles de lobo marino y guanaco.

Al inicio de un bosque húmedo -tapizado de helechos, ruibarbos, renuevos de lengas y canelos y entrecruzado de troncos cubiertos de musgos y líquenes- y sobre el arroyo que desagua en el lado oriente de la caleta, se encontró una estructura de palos como puente sin cubierta, de unos quince metros de largo y un metro de ancho.

Al extremo del  puente habían colocado unos palos atravesados en el suelo, cada un metro mas o menos, que luego desaparecían bajo la cubierta de musgo y turba.

Se encontraron más palos que seguían en dirección de la ladera Este del istmo. Esta ruta fue construida por los yámanas para facilitar el paso de sus canoas de troncos al seno Ponsomby, evitando toda la vuelta por el canal Murray y sobretodo su fuerte corriente.

En el seno Ponsomby esta ruta de palos terminaba en una especie de desembarcadero que se internaba en el mar, lo cual les permitía llegar con sus canoas aún en bajamar.

Los yámanas no trasladaban sus estructuras de rucas en sus canoas, solo las pieles y demás enseres y algo fundamental: el fuego que mantenían en las canoas sobre un fondo de piedras y arena. En cada caleta, donde solían acampar construían estas estructuras de palos y así, podían armar rápidamente su campamento cuando recalaban.





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Conchales Yamanas
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Patrón de Asentamiento

En su calidad de nómades del mar, gran parte de la vida transcurría en la canoa, en la que se congregaban la familia, los perros, armas y utensilios. En tierra sólo ocupaban campamentos temporales o paraderos. 


Los cronistas describen dos tipos de vivienda: la ovalada, que habría guardado mejor el calor y que fue predominante en las regiones del sur y el oeste, donde el clima es húmedo y los árboles más flexibles. Su estructura abovedada se lograba enterrando los extremos de las varas en el suelo, mientras otros se curvaban y entrecruzaban. Era cubierta con ramas y pieles, complementada con pasto seco y musgo. 

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La conoidal en cambio, se usaba de preferencia en la región este. Se hacía con árboles más anchos y secos, clavando un extremo en el suelo y unidos a otros por un vértice en una planta circular. Las ramas se entramaban formando una cúpula que se cubría con otras ramas, cueros y pieles. 

Lo fundamental en ambas estructuras era la capacidad de conservar el calor de la fogata. 

En una choza habrían alojado de una a cuatro familias que se encontraban en el lugar de campamento. Si la choza era utilizada por más de un día se consolida con un mayor número de ramas y hojas. 

Las estructuras eran abandonadas al partir para ser recuperadas por otros grupos. 

En ocasiones excepcionales, como varazones de cetáceos o para celebrar ceremonias de iniciación, se levantaban campamentos colectivos.

Fuente: http://chileprecolombino.cl/pueblos-originarios/yamana/patron-de-asentamiento/

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CARACTERISTICAS Y COSTUMBRES

En general las costumbres de le etnia yamana no diferían notablemente de la kawesqar. 

Corresponde a la continuidad cultural de los pueblos cazadores recolectores de ambientación marina, cuyas características son del periodo paleolítico. Caracterizado por la existencia de un paisaje de bosque frío húmedo y por otro de tundra. Su estatura era un poco menor que la de los kawesqar, de acuerdo a mediciones y estudios realizados por diversos científicos se puede concluir que esta era de un promedio de 1,58 mts. Para los varones y de 1,47 mts. para las mujeres.

Con todo no hay que pensar que esta baja estatura les impedía afrontar con éxito su vida en estos terrenos agrestes. Sus cuerpos eran bien conformados, musculosos y fuertes de contextura. Las mujeres eran generalmente de baja estatura y más bien gruesas, pero con sus extremidades delgadas.

Poseían los hombres de la etnia yamana muy bien desarrollado el pecho y las espaldas, en contraste con las piernas que aparecían delgadas y combadas. Esto se debía a la poca costumbre de caminar y más bien a la situación de estar de cuclillas dentro de la canoa. Al contrario del buen desarrollo torácico se debía entonces, al ejercicio del remo y el arpón su principal arma.

Dotados de excelentes cualidades marinas no trepidaban por ejemplo, en navegar las aguas que rodean las islas Wollanston y Hermite.

Así lo describe el propio de De Agostini:

“…no temían de lanzarse al océano en sus frágiles canoas y así llegar a islas aisladas, como son Evout y Barnevelt distantes a unas 15 millas de la costa, con el fin de recolectar huevos de gansos marinos…”

Estos yamanas se aventuraban en muy contadas ocasiones hacia el interior de la tierra del fuego, centrando más bien todas sus actividades en las orillas de la costa o hacia el interior de los canales. Esto porque tenían temor de encontrarse con los Selk’nam u onas, a los cuales temían. Además la Tierra del Fuego en esas latitudes se presenta en general poco atractiva en su interior: montañas nevadas y terrenos bajos y pantanosos.

Por lo tanto, su modo de vida era marino; su alimentación consistía fundamentalmente de moluscos y peces. Sumado a esto, se agrega su capacidad de buenos recolectores de huevos, alimento muy abundante en la época de postura. Para ello, muchas veces debían escalar promontorios o dejarse descender atado a una cuerda, para llegar hasta los nidos y asi conseguir el alimento. Las cuerdas las fabricaban con pieles de foca llamadas “mun “, que se preparaban cortando las pieles en tiras largas.

Sus armas y utensilios eran varios tipos de arpones, el arco y la flecha.

Su vivienda es una construcción de tipo choza que se configura a base de maderos que se entierran en el suelo en uno de sus extremos, produciendo una curvatura hacia el otro extremo de similar construcción y uniendo con tiras de cuero o de vegetal a  ambos extremos. Así  se logra fabricar un entramado y sobre él colocar sus ramas. Todo ello recubierto con cueros de foca que impedían la entrada de agua. La forma  de esta vivienda era de tipo cupular con un orificio en su parte superior por donde se expelía el humo que ardía en su interior.

Como todos los demás grupos aborígenes de la América austral, también los yaganes se recubrían el cuerpo con pintura de diversos colores especialmente tono rojo ocre. A esta pintura corporal se agregaban collares de conchas marinas y de huesos delgados, especialmente de aves, los cuales en pequeños trozos eran unidos por medio de un cordel. Especialmente las mujeres utilizaban estos collares, agregando además una cinta confeccionada de nervios de animales, que se colocaban en uno de sus tobillos.

Los yamanas se pintaban cuando salían de cacería, para reflejar estados de ánimo a situaciones concretas, la muerte de familiares o la alegría por su buena captura, el encuentro con amigos o familiares eran representados  en su expresión exterior por la pintura en su rostro. Plumas de ganso silvestre (caiquén) o de cisne” que poseían un plumaje blanco servían de ornamentación para confeccionar especies de coronas de plumas que se colocaban sobre la cabeza.

El habitante fueguino era capaz de producir el fuego por un procedimiento especial. Este consistía en golpear súbita y rápidamente dos piedras, la chispa que ello producía caía sobre plumas muy finas de pato vapor o quetru (Tachyeres patagonicus) y de musgo seco, obteniéndose así la llama. No cualquier piedra permitía esta operación, sino que ella era posible utilizando una roca de cuarzo piritoso que la obtenía en la isla Clarence.

Generalmente al fallecer un individuo, su cadáver era sepultado en una fosa, que previamente era excavada con ayuda de palos aguzados. El cadáver era envuelto en cueros y llevado hasta la fosa y depositado en su interior, para ser cubierto con tierra, ramaje y, sobre todo, piedras para impedir que los zorros y los perros excavaran y llegaran hasta el cuerpo.

Cuando el fallecimiento ocurre en el mar, los sobrevivientes se pintan en el rostro dos líneas onduladas negras y dos líneas blancas alternadas. Algunos hombres se pintan con rayas rojas el rostro y las mujeres con una transversal con manchas blancas, para expresar su luto.

Los yamanas llamaban  a sus chamanes con la denominación de YEKAMUSH. El yekamush debía hacer desaparecer el mal que poseía el enfermo, ya sea por mal estado de ánimo, un malestar espiritual, el temor y el miedo, depresión y el desequilibrio moral.     



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Las Canoas
  • las canoas eran la tecnología más importante de los pueblos originarios del área y un elemento básico de supervivencia. Esto los diferenciaba de sus vecinos del norte de Tierra del Fuego y Patagonia continental (quienes se movían a pie hasta la adopción del caballo en Patagonia continental);
  • hasta aproximadamente 1880, las canoas de corteza eran el único tipo con que surcaban estos mares, luego fueron casi totalmente reemplazadas por las de tronco excavado y las de tablas.
Las canoas de corteza estaban confeccionadas con lenga y coihue o “guindo” (árboles del género Nothofagus) y estaban sostenidas por un armazón de cuadernas, travesaños y bordas, realizados con madera de esos árboles o de otros arbustos.

Para obtener corteza apta para construir canoas se buscaban árboles con troncos sin ramas ni protuberancias en un largo mayor que el de la canoa deseada y con el grosor adecuado. Luego de efectuar cortes con cuchillos de valva y cuñas de hueso, la corteza era desprendida con esos instrumentos y unas cuñas largas y finas de hueso o madera.

En la confección se empleaban cinceles de huesos de guanaco, punzones de huesos de ave o de madera, piedras para raspar y cuchillos de valva para alisar la corteza. Además, exponiendo la corteza al calor de las brasas lograban volver la corteza tan flexible como un cuero grueso. Proa y popa tenían igual forma y su interior se revestía con planchas chicas de corteza removibles.
Canoa de tronco ahuecado frente a Estancia Remolino. Foto tomada por Drumond circa 1920. Gentileza de Natalie Goodall.
Canoa de tronco ahuecado frente a Estancia Remolino. Foto tomada por Drumond circa 1920. Gentileza de Natalie Goodall.

El equipamiento habitual consistía en dos a cinco remos, baldes para desagotar el agua y sogas de junco trenzado. Además, se transportaban arpones, elementos de pesca, canastos, correas de cuero y otros implementos.

Uno de los rasgos que más llamó la atención de los observadores fue el permanente transporte de fuego en las canoas, que se conservaba encendido sobre una plataforma de tierra, un parche de césped con la tierra hacia arriba, arcilla, arena, guijarros, conchillas, u otros elementos.


Las canoas yámanas medían entre 3,5 y 5,5 m de largo. Su capacidad de carga era de 300-400 kg, y aunque aparentemente poco estables, tenían buenas condiciones de navegabilidad. Confeccionarlas tomaba de dos a tres semanas y parece que se necesitaban más de una por año. Cada familia poseía una canoa, empleándola para trasladarse de un lugar a otro, cazar fauna marina, pescar, explotar recursos localizados en islas, etc.

En términos generales, su construcción y reparación eran responsabilidades masculinas, mientras que el manejo cotidiano lo era de las mujeres. Además, se las utilizaba  para tareas excluyentemente femeninas como la pesca en los cachiyuyos -las algas próximas a la costa- y la recolección de mariscos. Sin embargo, tanto mujeres como varones eran hábiles remeros.

La primera descripción detallada de las canoas es la que escribió el capitán J. Weddell en 1823.

“Como a consecuencia de la separación del Beaufoy nos quedaron sólo dos botes consideré que, en caso de ausencia de aquél, una canoa de las canoas fueguinas podía resultarnos útil y, por lo tanto, procuré adquirir una nueva de ellas. Como la construcción de la misma parecía haberles llevado mucho trabajo, no pude menos que ser generoso en mi oferta y les entregué dos aros de barrica completos, y en menos de cinco minutos la familia, con todos sus utensilios, fue trasladada a otra canoa y la que adquirimos quedó lista para ser entregada. Ordené que se la izara a bordo y me sorprendí al comprobar que era pesada; pero al subirla a cubierta, encontré una plataforma de arcilla de unas 6 pulgadas de espesor que cubría todo el fondo y que actuaba como lastre y para preservar el piso del fuego, que mantienen constantemente encendido sobre la arcilla. El largo de esta canoa era de 12 pies con cuatro pulgadas y tenía 2 pies con dos pulgadas en su parte más profunda; estaba construida de fuerte corteza de haya (*) que parecía más ancha que la que proveen los árboles de las cercanías y que probablemente haya sido obtenida en el interior. La totalidad del navío estaba compuesta de tres piezas: una pieza formaba el fondo y las otras dos, los lados; estaban cocidas entre sí con ramitas fuertes. Las costillas o cuadernas tenían sección semicircular y estaban ubicadas con su lado plano hacia abajo y en contacto unas con otra en forma vertical; de modo que, cementada por la arcilla la canoa se vuelve fuerte y capaz de navegar contra el viento a gran velocidad. La disposición interna de los compartimentos parece ordenada. Los utensilios de pesca ocupaban la primera división, la siguiente va ocupada por la mujer a cargo del remo delantero; la tercera está ocupada por el fuego; la cuarta es el compartimiento de achique donde se junta el agua que debe ser arrojada afuera; a continuación viene el lugar donde se sientan los hombres; en la quinta división va la mujer encargada del remo posterior; y en último lugar está el pañol trasero, en el cual guardan todas sus cosas de valor. Generalmente ubican sus arpones de forma que se proyecten por encima de la proa.

Una vez asegurada la canoa y los remos, regresé a la contemplación quienes la habían vendido, los cuales, me alegré de ver, estaban muy alegres y parecían muy felices con la posesión de los aros con que yo les había pagado.
(*) Se refiere a Nothofagus
Weddell, James. 1825. Un viaje hacia el Polo Sur realizado en los años 1833-1824. Citado de: Colección Reservada del Museo del Fin del Mundo. EUDEBA, 2006

Fuente: http://coleccionlalupa.com.ar/navegando-en-el-pasado/

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El Yamana, imposible de integrase, "se vuelva con delicia a su casa, a su vida independiente y de vagabundeo" (Hyades).

Eran los fueguinos lo mas bajos de estatura, de 1,44 a 1,64m, de tronco, hombros y brazos muy desarrollados frente a sus enclenques piernas. Tampoco estaban acostumbrado a caminar que en la tierra se tenían siempre sobre una pierna, luego cambiando por la otra, torpes, sin poder mantenerse quietos, caminando inclinados hacia delante, incómodos, inquietos.

Usaban arpón, lanza y honda, esa con una destreza tremenda. No usaban el arco.

Dice Lucas E.Briges : "Para cazar pájaros y pescar, los yaganes usaban arpones de punta de hueso, a veces de mas de treinta centímetros de largo, con muchas barbas. Para despegar mariscos, lapas y a veces para buscar cangrejos, usaban arpones de madera de cuatro puntas firmemente unidas a la vara. Pero para cazar mayor utilizaban un gran arpón de hueso de cuarenta centímetros de longitud, provisto de una enorme púa y fijado en una ranura, medio suelta, en el extremo de una sólida caña de unos cinco metros de largo, bien pulida y terminada en punta. Al arpón estaba atada una correa firmemente sujeta a la caña a la altura del tercio de su largo, del lado de la púa, de manera que cuando el arma entraba en el cuerpo de la foca, de la marsopa y alguna vez en el de una ballena diminuta, y el animal se lancía mas adelante, la caña se soltaba y, arrastrada por la correa, giraba formando ángulo casi recto con la dirección en que nadaba la víctima, cuya velocidad, por consiguiente, se reducía mucho y permitía al perseguidor alcanzar en su canoa al exhausto animal y atravesarlo con otros lanzazos que ponían fin a la lucha."

"Las mujeres tenia métodos propios para pescar. Usaban sedales hechos con sus propios cabellos trenzados ; cerca de la carnada ataban a la caña una piedra perfectamente redondeada con una pequeña ranura hecha ex profeso para sujetar la línea. La canoa, sólidamente amarrada a una mata de algas, tenía una borda al nivel del agua, sobre cual las mujeres tendían sus cañas. Usaban como carnada colas de pececillos, y una vez engullida por la infortunada víctima, la caña era recogida sin sacudidas. Inconsciente del peligro y sin querer abandonar su alimento, el pez se prendía en el, y en cuanto estaba a algunos centímetros de la superficie la diestra mano de la pescadora lo agarraba y lo depositaba en la cesta destinada a ese objeto. [...] Para pescar peces como el pejerrey y el robalo tenían otro sistema ... "
couteau
Las conchas mas que comida también les servían para hacer herramienta.

A pesar de que ninguno de los pueblos fueguinos ha practicado alfarería, ni tejidos, los yamanas eran los mejores cesteros.

Los yamanas, como los alakalufs, mantenían permanentemente un fuego en su canoa (sobre un poco de arena). Si se apagaba el fuego, el riesgo era de una muerte por el frío. Hacer el fuego era una de las primeras tareas que hacían cuando en tierra.

Cuenta Lucas Bridges : "Los fueguinos cumplían muy estrictamente ciertas practicas sociales y, aunque el robo y la mentira eran moneda corriente, se consideraba como una ofensa mortal culpar a alguien de mentiroso, ladrón o asesino."

Cuando una mujer da a luz una niña, al día siguiente, aun en los mas riguroso del invierno, toma a la neonata sobre sus espaldas y con ella entra en el agua, sumergiéndose hasta el cuello.
Como las mujeres alakalufes, solo las mujeres yamana saben nadar, y manejan la canoa.

Dice Lucas E.Briges : "... vivían a menudo en lugares donde en una extensión de muchos kilómetros no se encontraba una playa en que fuera posible botar sus canoas al mar. Debían, por conseguir anclarlas, fuera de las rocas en el lugar mas amparado que pudiesen encontrar. Esta maniobra la realizaban las mujeres. Después de descargar la canoa y de que el hombre se hubiese internado en el bosque en busca de combustible, la mujer remaba algunas brazas hacia afuera entre las espesas algas, que formaban un espléndido rompeolas ; juntaba un haz de ramas de aquellas plantas, semejantes a cuerdas, y aseguraba con ellas la canoa, que quedaba así firmemente atada a sus raíces. Cumplida esa tarea, nadaba hacia la costa y corría en busca del fuego de su choza, para secarse y entrar en calor. Las mujeres nadan como perros y avanzan sin dificultad entre las algas. Nunca he visto a un hombre blanco que fuese lo bastante arrojado como para intentar tan peligrosa hazaña. Aprendían a nadar en la infancia ; sus madres las llevaban consigo para acostumbrarlas. En invierno, cuando las algas estaban cubiertas por una fina capa de nieve, ocurría a veces que la niñas dificultaban la natación a sus progenitoras al subirles a la cabeza para escapar de las aguas heladas."

Dice Lucas E.Briges : "... ella se había casado después con un joven de unos dieciocho años que estaba allí a su lado. Elle tenia mas de cincuenta años. Esta diferencia de edad era corriente en los matrimonios yaganes ; hasta que se aconsejaba, no solo para conveniencia de los hombres viejos, sino también para la de los maridos jóvenes, que disponían así de mujeres de gran experiencia que sabían atender a sus necesidades, aconsejarlos bien, manejar las canoas y ayudarles de muchos modos, en circunstancias en que las jovencitas hubieran fracasado." 


Fuente: http://www.limbos.org/sur/yaman.htm




 


Lukas Brifges: Su aclamado libro El último confín de la Tierra (1948), publicado un año antes de su muerte, es una crónica que abarca casi un siglo de la historia de su familia que se inició como colonos misioneros en Tierra del Fuego en 1871, aunque su padre visitó, y vivió en la isla Vigía (o Keppel), en las islas Malvinas y Tierra del Fuego intermitentemente desde 1856. Este clásico literario cuenta una historia del choque de tres civilizaciones: los hombres blancos, el Yagán (yagán: Yahgashaga, ‘las personas’)? y la Selknam (selknam: Shilknum, ‘clan de la rama separada o selecta’)?. Onas es un término yagán (yagán: Ona, ‘Gente de a pie’)?. Habiendo crecido entre las tribus indígenas de la isla, Lucas Bridges aprendió el idioma y las costumbres de ambas tribus. Fue un testigo privilegiado de su estilo de vida y creencias, así como un testigo de los trágicos efectos del avance de la civilización occidental en ellos.
 

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