martes, 30 de junio de 2015

ANTECEDENTES VOLCÁNICOS EN LA PATAGONIA AUSTRAL Y LA TIERRA DEL FUEGO

Fuente: Mateo Martinic

Textos de la publicación: MAGALLANIA, (Chile), 2008. Vol. 36(2):5-18 5 REGISTRO HISTORICO DE ANTECEDENTES VOLCÁNICOS Y SÍSMICOS EN LA PATAGONIA AUSTRAL Y LA TIERRA DEL FUEGO MATEO MARTINIC B.*






ACTIVIDAD VOLCANICA - Respecto de este fenómeno las fuentes informativas son varias y se consideran por separado.

1.- La cartografía histórica

Los primeros mapas nacionales con un grado apreciable de detalle e información geográfica fidedigna fueron elaborados durante la primera mitad del siglo XVII. Los mismos respondían al estado del conocimiento que se poseía en la época acerca de las características geográficas, naturales y sociales del entonces conocido como Reino de Chile, al cabo de un siglo de la presencia y asentamiento hispanos en el territorio.

Expresión cabal de esa etapa de la cartografía nacional fue el mapa Tabula Geographica Regni Chile, del historiador jesuita P. Alonso de Ovalle, del que se conocen cuatro versiones publicadas entre 1646 y 1728 (Martinic, 1997). Todas ellas ofrecen una representación de la cordillera de los Andes, en tanto que eje vertebral del territorio, con el dibujo de montañas coniformes característico del arte cartográfico propio de la época, de las que dieciséis muestran una columna de humo para señalar su condición de volcanes activos. El más austral de los mismos se sitúa enfrentando la isla Madre de Dios, con el nombre de volcán de San Clemente. El siguiente hacia el norte frente a la isla de Chiloé. Importa señalar que la fuente principal del mapa de Ovalle fue la carta de Chile elaborada por Fray Gregorio de León en época anterior indeterminada y que se halla perdida desde hace siglos. De la misma, pues, pudieron derivar los antecedentes sobre una pretendida -o real- actividad volcánica en los Andes Patagónicos meridionales. Esta mención que, de partida, lleva a pensar que se trata de la primera representación de un centro volcánico en los Andes de la Patagonia austral, pierde consistencia al recurrirse a la descripción pertinente del texto de la obra de Ovalle, donde, en lo que interesa, se precisa: […] últimamente se ven dos, el uno que llaman Sin Nombre y está en cuarenta y cuatro [grados] escasos, y el de S. Clemente, que está en cuarenta y cinco y medio.

Estos son los volcanes que se saben y se han visto en Chile y no tenemos noticia de otros que habrá hasta la Tierra del Fuego, porque hasta ahora no se ha penetrado tan adelante. ¿Quién duda que los haya?

En efecto, la isla Madre de Dios utilizada como referente latitudinal en el mapa se enfrenta en general a los 50ºS, en evidente discordancia con la referencia del texto. De allí que cabe desestimar la situación más meridional y validarla para la latitud 44º 30’S.

No obstante, otras cartas geográficas que se inspiraron en el mapa de Ovalle conservaron en la posición original (frente a Madre de Dios) la figura de un cono volcánico activo (Le Chili, de Nicolás Sanson D’Abbeville, 1656, y Destroict de Magellan, Terre et Isles Magellaniques,1658; La Terre et les Isles Magellaniques, de Guillaume Sanson, 1668).

Más notable es la mención contenida en el Mapa Geográfico de la América Meridional, de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla (1775), hacia los 51º de latitud, figurada con un volcán en erupción y el nombre V. de los Gigantes. Cabe preguntarse si en aquella persistencia cartográfica (los Sanson) y en esta última pieza se dio una suerte de premonición geográfica que respondía a la pregunta del Padre Ovalle (¿Quién duda que los haya?).

En el caso del mapa de Cano y Olmedilla procede la conjetura de si se trató de una mera repetición de la información del historiador jesuita o si, quizá, la figura y su denominación correspondieron a una noticia diferente de ulterior data, desconocida para la posteridad, que pudo emanar de otro distinto informante.

Hay que convenir, en cualquier caso, en la originalidad del nombre que conforma una referencia implícita a los habitantes autóctonos, los patagones o gigantes de la antigua cartografía.

En este respecto, recordamos haber visto hace años en la pared de una librería de Buenos Aires, un mapa de la Patagonia que tenía una mención a un volcán muy notoria, que lo situaba en la zona andino-marítima de Ultima Esperanza. Sensiblemente no pudimos retener el nombre del autor, ni la denominación de la pieza y la fecha de publicación. Que no fue una rareza tal lo confirma su reiteración en otra pieza cartográfica de ese tiempo, A New Map of South America, de John Cary (Londres, 1807).

En todos estos casos, desde Ovalle hasta Cary, debe aceptarse que la o las informaciones procedieron de referencias o testimonios que en su hora se tuvieron por fidedignos y como tales se incorporaron a los mapas.

En cuanto a la Tierra del Fuego se refiere, de 1764 data la Carta Esférica del Remate de la América Meridional, de autor español desconocido, que muestra aproximadamente sobre la actual bahía Nassau la figura de una montaña humeante con la leyenda Bolcán de San Clemente. La referencia corresponde al avistamiento hecho el 24 de noviembre de 1712 por el capitán Josselin Gardin, mientras pasaba con el navío Saint Clement a la cuadra de la isla Hermite, ocasión en que observó y dejó constancia de una erupción volcánica hacia el interior del archipiélago fueguino.

Idénticas o muy parecidas menciones se contienen en la Carta Reducida de la América Meridional de Amadeo Frezier (1772) y en el mapa de los estrechos de Magallanes y Le Maire construido por M. De Laborde y publicado en 1790.

2.- La memoria indígena 

Es otra fuente informativa de gran interés sobre la materia, pues la misma refleja el conocimiento que tuvieron algunos pueblos aborígenes australes, en particular los aónikenk, en lo concerniente a los fenómenos de la naturaleza en su territorio.

En efecto, su acabado dominio del mismo incluía la noción de las formas volcánicas que se observan en distintas zonas del interior, así como de movimientos telúricos ocasionales, acompañados o no por ruidos subterráneos y lluvias de cenizas, todo lo cual sería conservado por la memoria indígena.

Viajeros del siglo XIX como Teófi lo Schmid, George Musters, Francisco P. Moreno, Carlos M. Moyano y Ramón Lista, recogieron referencias ora generales ora específicas sobre las actividades telúricas y volcánicas que se registraban ocasionalmente en su territorio ancestral.

El explorador Musters que en su larga travesía de un año en compañía de los aónikenk pudo comprobar reiteradamente el buen conocimiento que los mismos tenían de su territorio, relata su propia impresión al pasar por los campos de lava de Pali Aike en abril de 1869, imaginando como pudo ser […] cuando los volcanes estaban en actividad y vomitaban torrentes de lava y granizadas de rocas, en un período tal vez no muy remoto, agregando a continuación que más tarde, […] en Santa Cruz,

  Casimiro me habló de un volcán en actividad que se encontraba a una distancia y en una dirección tales que lo hacían aparecer como perteneciente a esa cadena.

Importa señalar que la primera referencia de Musters corresponde a la cadena de cerros bajos donde destaca el cerro Diablo, posiblemente el de más reciente actividad (Skewes, 1978). Para concluir el punto, Musters agrega: […] Se decía también que, en una ocasión en que los indios estaban acampados en el Cuheyli, o río de la ensenada de Coy, se vieron envueltos por tremendos nubarrones de denso humo negro que llegaban del oeste y que los aterrorizaron de una manera extraordinaria.

Ninguna señal se halló después de pastos quemados, y se conjeturó que los indios canoeros del archipiélago Chonos habían incendiado las selvas occidentales; pero era mucho más probable que se debiera ese humo a una erupción volcánica.

Mucho más explícita es otra mención de ese origen y, que ha sido conocida hace poco al encontrarse una relación que se mantenía inédita que data de 1847: Huicel, Casimiro, Centurión i muchos otros Indios que creemos dignos de fe dicen que las cordilleras terminan al sur del río Santa Cruz, i que se halla una Bahía en la última ramificación de esta con Volcán a su izquierda que hace temblar la tierra de continuo. De esta manera asentó la novedad el incógnito autor del Bosquejo sobre la Historia Natural de Magallanes i las costumbres de sus habitantes (Martinic, 2001). Quien siga la relación transcrita con un mapa sectorial de Ultima Esperanza a la mano, con facilidad precisará la situación del centro volcánico, pues “la ramificación” de los Andes de que se trata debe ser identificada con la cordillera Sarmiento –el término de los Andes en la zona continental–, que para el observador distante parece hundirse en el golfo Almirante Montt (la “Bahía”), a cuya izquierda y en el fondo puede apreciarse en días despejados el monte Burney, más tarde identificado como volcán. Referencia curiosa y cabal, ciertamente.

3.- Observaciones de navegantes, viajeros, exploradores, colonos y montañeros 

Esta parte es la más nutrida en referencias sobre el volcanismo en la zona andina de la Patagonia austral y la Tierra del Fuego subandina meridional, permitiendo agruparlas según la localización de los centros activos observados. Así, respecto del que por largo tiempo fue un volcán incógnito –el Lautaro–, que cuenta con el mayor número de referencias, seguido por el volcán fueguino (el antiguo San Clemente) y en menor número por las que notaron la actividad eruptiva del Reclus y del Burney.

Otros centros, los volcanes Aguilera y Mimosa, tuvieron observaciones únicas. Las referencias compulsadas acerca del cono activo andino que recibió sucesivamente las denominaciones de Chaltén, Humboldt y Lautaro, datan inicialmente de 1867 cuando el viajero inglés J.H. Gardiner y compañeros remontaban río Santa Cruz en demanda de la Cordillera; luego en 1869, la del explorador Musters, seguidas por las de Francisco P. Moreno y Carlos M. Moyano en 1876; Juan Tomás Rogers en 1877 y 1879, y Ramón Lista en 1878.

Todos estos exploradores hicieron sus observaciones desde el flanco andino oriental. Por el lado occidental, esto es, navegando por los canales patagónicos, en el caso por el Messier, Thomas Brassey, en 1876, los oficiales de la corbeta norteamericana Omaha en 1878 y los del buque británico Alert, en 1879. Fueron éstos, además, quienes bautizaron Humboldt  al volcán, tomándolo por al volcán, tomándolo por una de las cumbres cimeras de la cadena andina en el sector del Campo de Hielo Patagónico Sur. Precisamente fue una carta inglesa, South American West Coast, Sheet Patagonia, Magellan Strait, Gulf of Penas la que recibió esta novedad orográfica, a partir de su edición de 1881. Posteriormente el nuevo topónimo fue recogido por algunos mapas chilenos, entre ellos el tan difundido Mapa Escolar de Chile, trazado por el ingeniero José Fuenzalida y publicado en diferentes escalas en 1911 por la afamada casa alemana Justus Perthes, de Gotha. Más tarde, otro viajero, Clemente Onelli (1898) también registró la actividad del hasta entonces elusivo volcán al que ya se suponía situado en el interior del plateau andino, al noroccidente del monte Fitz Roy.

Semejantes observaciones hicieron algunos colonos que desde principios del siglo XX comenzaron a poblar los campos subandinos en la vecindad del lago San Martín (después O’Higgins en la sección chilena).  Vida entre los Patagones (Ediciones Solar/Hachette, Buenos Aires, 1964), págs. 64 y 65.

El misterio de la ubicación del centro volcánico quedó virtualmente resuelto en febrero de 1934 cuando la expedición dirigida por Federico Reichert e integrada por Ilse von Rentzell, Juan Neumayer y Arturo Donat, accedió al plateau del Campo de Hielo Patagónico Sur desde la costa del lago O’Higgins y penetró marchando hacia el sur, atraída por las emanaciones sulfurosas que traía el viento del suroeste. Los expedicionarios arribaron así al pie de un monte desconocido y pudieron observar fumarolas y notoria actividad. El hallazgo pasaría con todo inadvertido para la ciencia pues Reichert no situó geográficamente al volcán.

Ignorando el descubrimiento de los alemanes, tiempo después, en 1935, el explorador Alberto De Agostini recogió nuevas evidencias de actividad (cenizas volcánicas) en el curso de uno de sus recorridos por la misma zona.

Se sucedieron desde entonces nuevas observaciones ocasionales durante el cuarto de siglo siguiente, entre ellas la practicada por el glaciólogo Louis Lliboutry, quien estudiando las fotografías aéreas del área de interés (tomadas en 1944 por la Fuerza Aérea Norteamericana en convenio con el Gobierno de Chile), confirmó la efectividad de la actividad volcánica y propuso la hipótesis de dos conos activos, uno al noroeste del cerro Lautaro y otro próximo al cerro Pirámide.

De ese modo se llegó al 28 de diciembre de 1959 que fue cuando se resolvió el antiguo misterio, gracias a la observación del piloto Alfonso Cuadrado, a bordo de un avión cuadrimotor Douglas DC6B de Lan Chile, realizada mientras volaba en la ruta Santiago-Puerto Montt-Punta Arenas. Avistó entonces un volcán en erupción, actividad que fotografió, registrando además la posición exacta del foco eruptivo: 49º 02’S-73º 32’O, asignándole una altura de 11.500 pies al cerro, precisando finalmente la ubicación del foco a 300 metros de la cumbre hacia el norte, situación que coincidía con la calculada años antes por Lliboutry. Arribada la nave a Punta Arenas, el piloto Cuadrado dio cuenta de la novedad al diario local La Prensa Austral, que la publicó con carácter de noticia extraordinaria. Sería la primera noticia y la única en muchos años.

Para la ciencia geográfica el descubrimiento de Cuadrado se confirmó a principios de enero de 1960 cuando el explorador británico Eric Shipton, acompañado por su compatriota Jack Ewer y por los chilenos Cedomir Marangunic y Eduardo García, ambos académicos de la Universidad de Chile, llegaron al pie del volcán, marchando de norte a sur, constatando su actividad y determinando que se trataba del cerro Lautaro, así bautizado en l952 por Emiliano Huerta, que encabezó la primera travesía argentina completa del Campo de Hielo Patagónico Sur, de este a oeste. La confirmación de la actividad del volcán Lautaro fue comunicada al ambiente científico y recogida cartográficamente por Shipton mediante un artículo aparecido en The Geographical Journal (vol. 126, part 4, 1960) y posteriormente en su libro Land of Tempest Travels in Patagonia 1958-1962, publicado en 1963.

De ese modo y al cabo de una búsqueda de un siglo cobraba vigencia geográfica el primer volcán activo de los Andes Patagónicos australes.

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Recientemente ha llegado a nuestro conocimiento un nuevo antecedente. Se trata de un grabado publicado en el South American Missionary Magazine (1880). El mismo muestra en primer plano a una nave con un fondo de paisaje litoral montañoso en que destacan cumbres nevadas, de la más alta de las cuales surge una alta columna de humo blanco. El dibujo lleva por título Volcano in Smyth’s Sound, Straits of Magellan viewed from H.M.S. “Gannet” y debajo una precisa leyenda complementaria: Eruptions repeated at intervals of three hours .

La nave mencionada efectivamente pasó por el estrecho de Magallanes en 1879 ... Ahora bien, la referencia de situación geográfica para la observación nos mereció inmediata duda pues no hay ni ha habido en la toponimia del Estrecho accidente alguno del nombre mencionado, que sí se da ya fuera de aquél en el afamado canal Smyth, que nace del mismo dando principio austral a la ruta marítima por el interior del Archipiélago Patagónico hasta el golfo de Penas. Ello sugería la posibilidad de que tratara del monte Burney, situado en proximidad del mencionado paso, que tiene también el carácter de centro volcánico activo.

En procura de la información necesaria recurrimos a la Misión Naval de Chile en Gran Bretaña y así pudimos contar con la amable colaboración del capitán de navío LT señor Otto Mrugalski, cuya búsqueda en la biblioteca del Museo Naval de Greenwich y en los Archivos Nacionales, en Richmond, resultó gratificada con el hallazgo del bitácora del H.M.S. Gannet.

De su contenido nos enteramos que el día 8 de agosto de 1879 la nave se encontraba fondeada en Puerto Gray (Lat. 48º 55’ S – Long. 74º 23’ O, enfrentando por el oeste al canal Messier) y a las 11:50 horas se observó hacia el este, en las montañas de la cordillera de los Andes, una erupción volcánica que fue descrita en la forma de […] una densa columna de vapor expulsada repentinamente del cráter de una montaña […] que ascendió rápidamente hasta una altura de cinco o seis mil pies y adoptó una forma parecida a un hongo. Agrega la anotación que fenómenos semejantes se observaron posteriormente, mediando tres a cuatro horas entre dos de ellos. El registro de bitácora y el dibujo que dejó constancia gráfica del suceso fueron hechos en la vecindad de la isla Hume.

La situación del cráter volcánico fue estimada en 49º 01’ de latitud sur y 73º 30’ de longitud oeste . Así, el grabado que se reproduce pasa a ser la primera constancia gráfica sobre la actividad del Lautaro.

Cronológicamente, el segundo centro eruptivo volcánico fue el ubicado en la sección final de los Andes Patagónicos, hacia los 51ºS. El primer registro hasta ahora compulsado data de 1879 cuando los tripulantes de la corbeta británica Alert observaron un fenómeno eruptivo en la zona andina situando el foco en la latitud 5lº 10’S y denominándolo volcán Reclus.

Esa única observación fue recogida en el mapa West Coast of South America from Magellan Strait to Valparaiso (Sheet 47º-53º) editada en 1922 por la casa del ramo Imray, Laurie, Norie & Wilson Ltd. Allí en un punto de la cordillera de los Andes en Ultima Esperanza, cuyas coordinadas aproximadas son 51º02”S y 73º30’O, se lee Active volcano registered 1879. Esta mención (como la referida al volcán Humboldt situado más al norte) había sido recogida por otras cartas anteriores, entre ellas el Mapa de la Rejión Austral de Chile. Provincias de Llanquihue, Chiloé i Territorio de Magallanes, de Agustín Torrealba (1904), cuya información debió provenir de cartas hidrográficas publicadas por el Almirantazgo Británico. A base de esa única referencia, el geólogo Percy Quensel, integrante de la Expedición Sueca a la Patagonia (1907-1909), arribó en mayo de 1908 al fiordo Amalia para comprobar la vigencia del volcán, hallando efectivamente rastros de su actividad en el glaciar homónimo y en la proximidad del cerro que se eleva al oriente del mismo y al que, por su forma singular, llamó cerro Mano del Diablo atribuyéndole la condición volcánica.

Tal aserto se mantuvo incuestionable por casi medio siglo hasta que el glaciólogo Lliboutry puso en duda la atribución de Quensel y acabó descartado en 1987 cuando dos montañeros franceses, Bertrand Doligez y Jean B. Hourcadette, escalaron el Mano del Diablo y comprobaron que no era un volcán.

Poco después, el 21 de marzo de 1987, el geólogo Salvador M. Harambour, enterado de la observación de 1879 y de los trabajos de Quensel sobrevoló con un helicóptero la zona alto andina vecina al glaciar Amalia y encontró un foco de actividad volcánica antigua, determinando para su cráter las coordenadas 50º57’50”S y 73º35’5”O, para el que revindicó el nombre de Reclus.

El siguiente cono volcánico activo en la cadena andina de Magallanes se reveló como tal en 1910 luego que un capitán mercante que navegaba al parecer en proximidad al monte Burney, situado en la sección noroccidental de la península Muñoz Gamero, observó la montaña en erupción. La zona fue explorada en 1962 por Eric Shipton acompañado primero por el geólogo Cedomir Marangunic, encontrándose evidencias de actividad antigua más que reciente. Luego de un intento fallido en 1963, el explorador británico acompañado por sus compatriotas Peter Radcliffe y Roger Perry consiguió alcanzar la cumbre del Burney el 10 de marzo de 1973, aunque, al parecer, sin agregar nueva información sobre su condición volcánica. Ello llama la atención toda vez que en la noche del 24 de junio de 1970 Reinaldo y Alberto Caro, colonos radicados desde largo tiempo antes en el sector litoral del Ancón Sin salida, vieron un fogonazo en el volcán Burney y al participar el hecho a otros pobladores del sector de Puerto Ramírez, recordó el primero que hacían 50 años que ese volcán estuvo en erupción. Por su parte aquéllos sintieron un fuerte temblor hacia las veinte horas de esa misma noche, fenómeno sobre el que nada se informó entonces y que sólo llegó a ser conocido tres décadas más tarde (Martinic, 2006).

... El centro volcánico del sur de la Tierra del Fuego (San Clemente, Cook) fue el primero del que se hizo registro comprobado de actividad. Ya se ha mencionado la observación original del capitán Josselin Gardin en 1712, pero sin duda la más notable fue la realizada por el capitán Basil Hall en la noche del 25 de noviembre de 1820 cuando al mando del H.M.S. Conway cruzaba desde el estrecho Le Maire hacia el cabo de Hornos. Él y su gente pudieron contemplar la erupción de un volcán, que, según lo describió después el oficial, conformó un verdadero espectáculo pirotécnico que prosiguió con intermitencias durante toda la madrugada del 26. Hall estimó que el centro activo distaba unas cien millas hacia el interior del archipiélago fueguino. La relación que dejó el capitán inglés en un libro publicado en 1824, tuvo alguna difusión como que en 1861 la Carta Esférica del Estrecho de Magallanes preparada y publicada por el Ministerio de Marina de España, situó un volcán en las coordenadas 54º48’S y 62º52’O, con la leyenda Volcán visto por el Captn. Basil Hall en 1820. La confirmación de esta ubicación, tanto como de su actividad fueron a su tiempo uno de los motivos científicos de la expedición ítalo-argentina a la Tierra del Fuego en 1883, dirigida por el capitán Giovanni Roncagli, de la Marina Real de Italia, aunque nada consiguió adelantarse en la materia al punto que, según corrió el tiempo se tuvo al presunto volcán como un mito más de la geografía fueguina. Pero, cuando nadie se acordaba del avistamiento de Hall, hacia las dos de la tarde del 3 de febrero de 1926, Emilio Krsanac, patrón de la goleta Fortunato Viejo, que navegaba por el brazo noroeste del canal Beagle en ruta de Ushuaia a Punta Arenas y, según su estimación se hallaba a unas sesenta millas del primer puerto (longitud meridiana aproximada de la isla Cook), se topó con una densa nube formada por lluvia fina de ceniza que se extendía por unas cinco millas y que aquél atribuyó a un volcán que podría existir en la Cordillera Darwin, a juzgar por la dirección del viento, según informó después al diario El Magallanes al arribar a Punta Arenas, medio que publicó la noticia en su edición del 18 de febrero, desde donde la exhumamos medio siglo después.

Al participar más tarde este hallazgo al Dr. Manuel Suárez, del Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile, el mismo nos informó que años antes, en 1978, una comisión geológica del Instituto de Investigaciones Geológicas (después SERNAGEOMIN) encontró casualmente domos y conos volcánicos en la isla Cook con demostraciones de actividad posteriores a la última glaciación de Fuego-Patagonia.

A partir de entonces y sobre la base de los antecedentes históricos compulsados por nuestra parte, se estimó que allí estaría situada la caldera activa, a la que se denominó volcán Cook.

En 1956 ocurrió otro hecho curioso en la historia de los registros volcánicos en los Andes Patagónicos australes: un hallazgo de gabinete. Fue la observación realizada por Lliboutry al examinar las fotografías aéreas del Campo de Hielo Patagónico Sur en la zona del plateau que media entre el cordón Mariano Moreno y el monte Fitz Roy. Entonces creyó advertir evidencias en el nunatak Viedma y postuló la hipótesis de su actividad nombrándolo Volcán Viedma. Sin embargo, en l959 llegaron al nunatak Shipton, el glaciólogo John Mercer y Geoff Bratt y advirtieron que el presunto cráter estaba conformado por rocas metamórficas, desechándose el carácter volcánico atribuido. En 1988, en una nueva aproximación al nunatak Viedma, el geólogo Rolf Kilian observó huellas de una erupción freatomagmática al sur del nunatak mismo, con lo que recobraría fuerza la hipótesis de Lliboutry. En 1973 los montañeros británicos Leo Dickinson, Eric Jones, y Mike Coffey ascendieron el cerro que denominaron Mimosa (2.600 m), y para el que reivindicamos el antiguo de Humboldt, situado en el término norte de la cadena del Lautaro y a unos diez kilómetros del mismo, y constataron su carácter volcánico por las fumarolas que observaron en su cima.

Este hallazgo, sumado al precedente del Lautaro y a la presunta condición volcánica atribuida al nunatak Viedma, hacen posible la conjetura de existencia de una suerte de gran caldera activa subglaciar en la sección centro-norte del Campo de Hielo Patagónico Sur, circunstancia que explicaría los fenómenos repentinos de avance y retroceso de algunos g1aciares, como lo han sugerido Buscaini y Metzeltin (2000:54). Es toda una apasionante incógnita para develar.

Por fin, en 1985, otro montañero británico, Matthew Hickman que lideraba una expedición chileno-británica deportiva y científica a la zona interior y periandina del fiordo Peel, que integraba además el botánico Edmundo Pisano de la Universidad de Magallanes, intentó el escalamiento del cerro Aguilera (2.438 m), sin conseguirlo, aunque encontró evidencias de su actividad volcánica antigua.

Con esta mención se completan las observaciones compulsadas hasta ahora acerca de la vigencia antigua o reciente de centros volcánicos en la cadena andina patagónico-fueguina

Centros volcánicos con actividad histórica reciente.

Humboldt (Mimosa) 48º58’S/73º30’ aprox.: Fumarolas, 1973
Lautaro 49º01’S/73º33’O : Erupción, fumarolas 1878-79, 1934-35, 1959-60, 1995, 1998
Burney 52º20’S/73º24’O  : Erupción 1910, 1970
Cook 54º57’S/70º15’O     : Erupción 1712, 1820, 1926

¿Hay otros volcanes por descubrir en los Andes australes? Es posible, y además de la necesidad de confirmar tal condición para el Viedma, cabe recordar tan sólo la observación hecha en 1982 por uno de los montañeros de la expedición Hourcadette en el cerro que se bautizó Ecrins (2.240 m), situado en la parte superior del glaciar Dickson, quien constató la emanación de un flujo de calor en una cavidad libre, algo más abajo de la cumbre.

Centros volcánicos con actividad histórica antigua. 

Aguilera 50º20’S/73º45’O       : Erupción circa 6.300 y 3.345 A.P.
Reclus 50º57’50”S/73º35’5”O : Erupción circa 14.990 y 3.345 A.P.
Burney 52º20’S/73º24’O          : Erupción circa 3.970 y 1.500 A.P.
Diablo 52º07’S/69º35’O aprox.: Erupción menor a 15.000 A.P.


EL 30 DE JUNIO DE 1945: La comunicación aérea llega a la Tierra del Fuego chilena

Alfonso Cuadrado



Esto pasó en nuestra región:  Por Bernardo Veksler
www.eldiariodelfindelmundo.com

"Este día, “un bimotor Lockeed Electra, tripulado por Alfonso Cuadrado y Alberto Bermúdez”, aterriza en punta Chilota, conduciendo a los primeros diez pasajeros arribados a la parte chilena de la isla. De esta manera, se inauguraba el servicio de aeronavegación como medio moderno de comunicación, comenzando “así el tráfico aéreo regular entre la capital fueguina y Punta Arenas (Mateo Martinic B. La Tierra de los Fuegos).

Las ventajas del transporte aéreo para romper el aislamiento fueguino fueron rápidamente advertidas por los pioneros de la aviación austral. “La habilitación de nuevos y sucesivos campos de aterrizaje permitió extender el servicio durante los próximos dos años, con nuevas líneas hasta puntos tales como Bahía Felipe, Springhill, Caleta Josefina y San Sebastián.

Más tarde aún, después de 1960, el servicio regular de pasajeros con terminal en Manantiales (Springhill) se derivó al nuevo centro de Cerro Sombrero, y en tanto ya se volaba también, desde antes, a sectores como Cameron y Russfin” (op. Cit.). De esta manera, se intentaba superar la dificultad creciente que tenía la actividad portuaria en Porvenir, porque “los viejos vapores que mantenían la vinculación marítima fueron radiados del servicio” y “el embancamiento progresivo de la bahía Porvenir, hizo imposible el acceso de embarcaciones de calado regular”, limitándose a recibir sólo navíos pequeños como goletas y cúteres.

La decadencia del tránsito naviero afectó notablemente a la localidad, dado que dejaron de acudir “los pasajeros que procedían de las zonas rurales” que llegaban anticipadamente aguardando la partida de los vapores y los que arribaban y se alojaban en los hoteles locales unos días antes de partir rumbo a su destino rural.

Para entonces la población de la Tierra del Fuego chilena alcanzaba a unos 1700 individuos, que en su inmensa mayoría se encontraban dedicados a la actividad agropecuaria. El desarrollo de la actividad hidrocarburífera nutrió de nuevos pobladores a la zona. Esto, permitió ampliar los servicios aéreos para los nuevos residentes, que llegaban en pos de mejores perspectivas laborales pero que mantenían contacto con sus raíces norteñas."

ooOoo

"Tras sobrevuelos previos de reconocimiento de canchas e incluso vuelos populares, se efectúa el 30 de Junio, en el Lockheed Electra basado, el primer vuelo comercial de Lan entre Punta Arenas y Porvenir (aterrizaje en Punta Chilota, terreno previamente habilitado) y que se programaría como vuelo diario a itinerario. El resto del itinerario del servicio comprendía un vuelo semanal a Springhill y quincenalmente a Caleta Josefina y San Sebastián.

El 27 de Octubre a don Alfonso (secundado por los pilotos Bermúdez, el mecánico Araya y el radio operador Salas) le toca hacer con el Electra 505 el primer aterrizaje en Balmaceda con los trabajos en la pista aún sin terminar, dentro de un plan de vuelo que contemplaba Pta. Arenas-C.Castillo-Balmaceda-Ñirihuao-Aysen-Ñireguao-Pto.Montt-Ñireguao-Balmaceda-C.Castillo-Pta. Arenas.

Son interesantes los antecedentes que registró don Alfonso de ese vuelo:

“Después de haber efectuado el correo a Puerto Porvenir (Punta Chilota), despegamos rumbo a Cerro Castillo donde recargamos combustible que habíamos enviado previamente. Desde esa cancha nos dirigimos a Ñireguao, pero a las dos horas de vuelo observamos un conjunto de casas que conformaban un pueblito que no figuraba en el mapa, por lo que resolví aterrizar en una planicie que, viéndola a corta distancia, estaba surcada de lienzas y estacones. Era la cancha de aterrizaje que la FACH estaba habilitando. De esta manera el Lockheed Electra N° 505 fue el primer avión que aterrizó en ella. Poco rato después despegamos hacia Ñireguao y Mañiguales. Este trayecto se hizo a baja altura debido a que la visibilidad estaba reducida por lluvia débil continua.

El 28 despegamos rumbo a Puerto Montt aterrizando en La Chamiza debiendo efectuar descenso por instrumentos apoyados en la broadcasting local. Llamé por teléfono al Gerente Técnico de Operaciones de la empresa Cdte. Marcial Arredondo dándole cuenta del viaje y de mi propósito de regresar ese mismo día a Punta Arenas, lo que realizamos.

El frente frío que estaba entrando cuando llegamos a Puerto Montt, nos acogió en forma violenta cuando volábamos un poco al Sur de isla Queullin a muy baja altura. La Chamiza nos avisó que el aeródromo estaba cerrado por lo que debimos ascender en emergencia en el rumbo que llevábamos hasta alcanzar 3.500 mt de altura virando hacia el Este para salir en vuelo visual cerca del meridiano 70°30’W. Este cruce con formación de vuelo y en vuelo a instrumental sólido, (00:45 min) fue el primer cruce por instrumentos de la cordillera en la ruta a Magallanes. Entramos a Ñireguao en vuelo rasante, donde aterrizamos para seguir a los pocos minutos a Balmaceda, desde donde continuamos a Cerro Castillo para arribar a Bahía Catalina al anochecer. La pasada en vuelo bajo sobre Esquel motivó un reclamo de las autoridades argentinas.” (Ñireguao, cancha de pasto FACH de 800 mt x 150 mt , está a 72 Km al norte de Balmaceda).

La misma historia la relata A. Cuadrado M. en forma más actual en su informe del 6 de Noviembre 1945 a la Vice Presidencia, así:

“Se despegó de bahía Catalina después de haber efectuado dos viajes con pasajeros a Puerto Porvenir, a las 1200 horas, aterrizando en Cerro Castillo a las 13:15. Recargado de combustible el avión despegó nuevamente a las 13:50 arribando a Balmaceda después de 02:15 de vuelo. La mayor parte de este trayecto se efectuó por el meridiano 71°30’ a una altura que fluctuó entre los 2.000 y 2.500 metros sin otro contratiempo que un fuerte viento del Oeste. En Balmaceda fuimos atendidos con especial atención por parte de los habitantes quienes están ansiosos de que se inaugure pronto el servicio ya que pasan aislados la mayor parte del año por la obstrucción del camino que los une con Puerto Aysen.

Se efectuó el decolaje de Balmaceda a las 16:25 aterrizando en Ñireguao a las 16:55 habiendo sobrevolado en este tramo la cancha de Coyhaique Alto. De 17:50 a 19:00 horas se realizó un reconocimiento a Puerto Aysen conociendo al mismo tiempo el cajón del río Ñireguao, que a menudo, permite la entrada a dicha cancha a los aviones que han efectuado el recorrido desde Puerto Montt por la costa.

La tripulación se alojó en las casas de la estancia, cuyo administrador, señor Buchanan, dio toda clase de facilidades y a la mañana siguiente, a las 06:05 horas se despegó rumbo a Puerto Montt que dio un techo de 1.500 metros, aterrizando a las 07:55. Después de haber cargado combustible y de haber conversado por radio con el Jefe del Dpto. de Operaciones señor Marcial Arredondo, dándole cuenta del viaje, se decoló rumbo a Ñireguao a las 11:00 horas encontrando esta vez frente a las islas QueullinCumulusNimbus, y granizada que obligó a cambiar rumbo al Este durante 30 minutos hasta alcanzar el meridiano 71°30’ por el que se voló hasta el Lago La Plata aterrizando poco después en Ñireguao. Esta etapa se realizó en 02:30 horas a una altura media de 4.000 metros. Se despegó de este punto a las 14:10 aterrizando en Balmaceda veinte minutos después sólo para dar a ciertas personas instrucciones referentes a la llegad de aviones. A las 14:45 horas se partió de dicha localidad volando en línea recta hasta Cerro Cuadrado (sic) desde donde se entró a Cerro Guido por el río las Vizcachas siguiendo el de Las Chinas hasta llegar a Cerro Castillo a las 17:30. Veinte minutos después, previa carga de bencina y aceite, se despegó rumbo a Punta Arenas aterrizando sin novedad a las 18:40 horas."

...

"Un día hojeando con don Alfonso uno de sus numeroso escritos, descubrimos una muestra de una desconocida y sorprendente vena poética:

MEDITACIÓN A LOS 75


Avanza el segundero inexorable
apuntando cada instante de la vida
acercándonos sin pausa y sin retorno,
entre rayos de sol y nieblas frías,
al río tenebroso donde parte
la barca de Caronte a la otra orilla.
Es posible que allí la vida siga
tal nuestro ser la entiende en este mundo,
o tal vez, cual rayo misterioso
convertida en haces centellantes,
nuestra fuerza vital ya sin en envase,
avance veloz hacia una estrella
ubicada en insondables lejanías,
donde espera el Señor del Universo
con un sol en el pecho y en la diestra,
Canopus formidable y en su frente,
la hermosa Cruz del Sur,
que a Chile alumbra.
Su enorme corazón, con pulsaciones,
de repetido son y ritmo exacto,
nos dará la noción del nuevo tiempo
que regirá la existencia en ese mundo
de galaxias de paz y de verdades.

ALFONSO CUADRADO M. 1974"




¡GRACIAS, SEÑOR!
(A mis nietos)

“Agradezco a la vida el soberbio espectáculo que brinda la naturaleza, la paz que producen los- cielos calmos de la pampa nortina y la admiración que inspiran los imponentes nubarrones de la zona sur.

Doy gracias por haber podido disfrutar el pequeño mundo de mi diminuto jardín, por haberme sido posible observar el majestuoso planeo del cóndor sobre los picachos y la inolvidable visión de Rapa Nui en medio del océano.

Agradezco el haber podido permanecer largas horas tendido sobre la hierba, mientras los colibríes se mantienen estáticos en el aire con sus alas invisibles, y el follaje de los árboles murmura una oración a Dios.

Gracias por haber escuchado y comprendido el coro armonioso de la charca humilde, el ulular del viento n las noches de tormenta, el trino de los zorzales que precede a la algarabía de los gorriones cuando amanece y el susurro alegre del estero cercano.

Gracias por haber recibido del mar su salobre fragancia y el aire puro de las madrugadas.
Agradecido estoy por no haber sentido soledad; por los padres y familiares que me tocaron en suerte, por el cariño que siempre me han brindado, y por la sensación de mi espíritu de haber sido útil a mis semejantes a través de mi  profesión y de mis actos.
Y repito, gracias, por no haber recibido grandes dolores ni haber sufrido penas angustiantes y por no haber perdido la capacidad de asombro por las cosas simples. Por haber tenido memoria frágil para las injurias y por haber comprendido que la justicia en este mundo consiste más bien en la bondad que en la verdad.

Gracias, Señor, por haberme dado el privilegio de mirar el misterioso guiñar de las estrellas y la repentina brillantez fugaz del aerolito, o la centellante mancha de los peces en nocturno mar. La dignidad y la fuerza del anciano alerce, la incierta trayectoria del sutil vílano, la grácil elegancia de la palmera chonta y la imponente biomasa de la ballena azul. Por haber podido admirar los infinitos matices de las flores, detectar los perfumes campestres y saborear la inmensa variedad de los productos de nuestro dadivoso mar.

Gracias te doy, Señor, por haber sentido en mi hombro una mano de mujer. Te agradezco los hijos que me diste. Gracias por haber amado y haber sido correspondido y por haber podido entregar y recibir el don de la amistad.

En fin, te agradezco Señor, haberme dado un cuerpo sano y una mente limpia y, sobre todo, sucesores a mi estirpe; permitiendo que mi breve paso por el mundo no desaparezca como la estela que tras de sí deja el navío. Gracias, oh Señor por haber nacido en tierra chilena.”

ALFONSO CUADRADO MERINO




Lanzan guía de Historia Natural de los invertebrados acuáticos del Cabo de Hornos

Leer libro

Parque Omora. Prensa Antártica
El Programa de Conservación Biocultural Subantártica de la Universidad de Magallanes, se destaca por su labor académica y científica vinculada con el medio ambiente en el extremo sur de Chile.
De la autoría de Tamara Contador, Sebastián Rosenfeld, Jaime Ojeda & James Kennedy y gracias al financiamiento de un proyecto EXPLORA CONICYT de Apropiación Social de la Ciencia y la Tecnología, el Programa de Conservación Biocultural Subantártica de laUniversidad de MagallanesInstituto de Ecología y Biodiversidad y de la University de North Texas, publica una nueva guía de la historia natural de habitantes subantárticos.
La guía Historia Natural de los invertebrados acuáticos del Cabo de Hornos te invita a descubrir a los habitantes sumergidos bajo los ríos y los mares del Cabo de Hornos. Con la ayuda de las fotografías e ilustraciones de esta guía podrás identificarlos en su hábitat natural y conocer sus principales características.
Esta guía es el producto del proyecto “La historia natural de los invertebrados acuáticos: una huella biocultural del Cabo de Hornos” y fue presentado en Puerto Williams el pasado viernes 26.

lunes, 29 de junio de 2015

NUEVA ESPECIE DE INSECTO DE LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE CABO DE HORNOS HACE NOTICIA A NIVEL MUNDIAL




Investigadores de la Universidad Estatal de Dakota del Norte (North Dakota State University) recientemente descubrieron una nueva especie de insecto de la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos, en la Región de Magallanes.

El equipo de investigación compuesto por Mariom Carvajal, Eduardo Faúndez y David Rider decidió bautizar esta nueva especies como \"Planois smaug\" en honor a el dragón Smaug de el Hobbit, de J. R. R. Tolkien; por este motivo el descubrimiento ha dado la vuelta al mundo, y la noticia ha sido traducida a a diversos idiomas incluyendo inglés. alemán, polaco, ruso y francés.

Al respecto Máriom Carvajal quien lideró la investigación comentó al famoso sitio de noticias entomológicas Entomology Today: ‘Lo llamamos Planois smaug porque los especímenes de esta especia estuvieron \"durmiendo en colecciones por cerca de 60 años\", tal como la criatura de Tolkien’;  ‘Otro factor que contribuyó a la elección del nombre fue el gran tamaño del insecto. Smaug también era muy grande y este insecto es el más grande de su familia en el extremo Sur de Sudamérica. Finalmente, el lugar donde habita –la reserva de la biósfera Cabo de Hornos en Isla Navarino- se parece a la Tierra Media de Tolkien.’

Luego al ser consultada sobre el parecido de este lugar con la Tierra Media comenta lo siguiente:‘Lo digo porque viví en esa zona, en la ciudad más al Sur del continente, cuando tenía tres años; cuando descubrí por primera vez el universo de Tolkien, me di cuenta que el lugar donde viví era muy similar. Cuando empecé a trabajar en taxonomía, siempre creí que si encontraba algo nuevo en esa zona, debería ponerle un nombre basado en Tolkien’.

El presente descubrimiento nuevamente deja en evidencia que esta zona tiene mucho aún por entregar, y que hay mucho por investigar, especialmente en lo que a biodiversidad se refiere.

Biodiversidad antártica, mucho más abundante de lo que se pensaba

Fondo marino. INACH
La diversidad de plantas y animales en la Antártida es más rica de lo que se pensaba, según un estudio divulgado hoy en Australia que registró más de 8.000 especies en la región marina del continente blanco. Fotografía INACH.
“Esto es considerablemente más de lo que nadie se imaginó”, dijo el líder de este trabajo científico liderado por laUniversidad de Melbourne, Steven Chown, en declaraciones citadas por la cadena local ABC al referirse a estos hábitats, publicó el portal Efeverde.
“Pero la verdadera e impresionante diversidad radica en el mundo de los microbios. Por ejemplo, los sistemas de agua dulce de la Antártica poseen en realidad la mayor diversidad (de virus que existen en libertad) que en cualquier otro lugar estudiado”, agregó el científico.
La investigación, publicada en la revista Nature, señaló que si bien existe una gran diversidad en todo el continente y en el océano Antártico, se necesitan adoptar más acciones para proteger y conservar a estas especies.
Las áreas terrestres que no están cubiertas de hielo y que están protegidas suponen el 1,5 por ciento, en comparación al objetivo global fijado en la Convención sobre Diversidad Biológica que señala que para 2020 debemos conservar el 17 por ciento de las áreas terrestres.
“Esto da una idea de cuán alejada está la Antártida de ese objetivo. Uno espera que la Antártida se mejor en ese sentido”, acotó Chown. @prensaantartica

viernes, 26 de junio de 2015

26 de junio de 1834: se crea el Escudo Nacional de Chile

Se dicta la ley que determina el Escudo de Armas de la República, como sigue: 

"Presentará en campo cortado de azul y de gules una estrella de plata; tendrá por timbre un plumaje tricolor de azul, blanco y encarnado; y por soportes, un huemul a la derecha y un cóndor a la izquierda, coronado cada uno de estos animales con una corona naval de oro


miércoles, 10 de junio de 2015

Antonio Pigafetta - relató la expedición de Magallanes y descubrimiento del Estrecho



Antonio pigafetta.png



Antonio Pigafetta o de Pigafetta (VicenzaItaliaca. 1480 - Vicenzaca. 15344 ) 
también tenía otro nombre:  Antonio Lombardo
"Fue un noble italiano del Renacimiento que trabajó como exploradorgeógrafo y cronista de la República de Venecia. Fue caballero de la Orden de San Juan.5
Acompañando a Francesco Chiericat pasó a España en 1519 tomando parte en la empírica empresa que culminaría con la circunnavegación del globo, verificada en 1522 a bordo de la nao Victoria, única que regresó de la Expedición de Magallanes
Pigafetta fue uno de los 18 hombres, de los 265 de la tripulación inicial, que sobrevivieron a la expedición. Su relato de los hechos se titula Relazione del primo viaggio intorno al mondo (1524) y también se conoce como Relación de Pigafetta.

Este relato es la fuente principal de información sobre el viaje de Magallanes y de la propia vida de Pigafetta."
...
Entrada al Océano Pacífico:
"Miércoles 28 de noviembre, desembocamos por el Estrecho para entrar en el gran mar, al que dimos en seguida el nombre de Pacífico, y en el cual navegamos durante el espacio de tres meses y veinte días, sin probar ni un alimento fresco. El bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda.Para no morirnos de hambre, nos vimos aun obligados a comer pedazos de cuero de vaca con que se había forrado la gran verga para evitar que la madera destruyera las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario sumergirlo durante cuatro o cinco días en el mar para ablandarlo un poco; para comerlo lo poníamos en seguida sobre las brasas. A menudo aun estábamos reducidos a alimentarnos de serrín, y hasta las ratas, tan repelentes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan delicado que se pagaba medio ducado por cada una. Sin embargo, esto no era todo. Nuestra mayor desgracia era vernos atacados de una especie de enfermedad que hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los enfermos no pudiesen tomar ningún alimento. De éstos murieron diecinueve y entre ellos el gigante patagón y un brasilero que conducíamos con nosotros. Además de los muertos, teníamos veinticinco marineros enfermos que sufrían dolores en los brazos, en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero que al fin sanaron."




Sepulturas alacalufes halladas tienen 920 años de antigüedad

El Diario del Fin del Mundo - 10 DE JUNIO DE 2001 
Esto pasó en nuestra región: 

Por Bernardo Veksler 

"Este día, se difunden las conclusiones de los estudios radiocarbónicos efectuados a las osamentas de una mujer y un niño alacalufes, que habían sido hallados, en marzo de 2000, en una cavidad rocosa.

Se pudo determinar que su fallecimiento había ocurrido unos 920 años atrás, según los análisis realizados a la mujer en un laboratorio de Upsala, Suecia.

Los restos fueron encontrados en el interior de una grieta en el grupo de islas Rice Trevor, junto al canal Maule, a 200 kilómetros en línea recta al suroeste de Punta Arenas, de cara al Pacífico. Se encontraban a doce metros sobre el nivel del mar, en una pared rocosa en picada, en cuyo interior se hallaban los restos óseos, a unos 25 centímetros de profundidad. El lugar había sido levemente intervenido por desconocidos, que se llevaron el cráneo de la mujer y otras partes del cuerpo.

Dado que con anterioridad se habían encontrado osarios similares de nativos fueguino magallánicos, para los científicos, lo más destacado del hallazgo fue que este caso se constituía en la sepultura más antigua descubierta de los pueblos originarios australes. Contaba con cueros de lobos marinos y cestería como elementos funerarios que acompañaban a los restos humanos.

Se pudo precisar que la práctica funeraria incluyó la inhumación de una mujer bastante avanzada en edad, para la expectativa de vida del pueblo canoero en la época, ya que tendría entre 40 y 50 años. Asimismo, se estableció que el niño no tenía más de dos meses de vida, por lo que se supone que lo estaba amamantando en el momento del deceso.

“Sus sepultureros prepararon previamente el lugar mediante el despeje de piedras para dejar una base limpia. Seguidamente confeccionaron una especie de lecho de ramas y pasto aprisionado. Sobre esta capa vegetal se puso un cuero de lobo marino extendido y sobre éste los restos de la mujer” (diario El Mercurio, 12/6/2001).

El trabajo de campo estuvo a cargo de los arqueólogos Manuel San Román y Flavia Morello, del Centro de Estudios del Hombre Austral del Instituto de la Patagonia, dependiente de la Universidad de Magallanes, quienes acompañaron a investigadores de la Universidad de Upsala en una campaña marítima por esa zona."