martes, 13 de octubre de 2015

Francisco Coloane - El Guanaco Blanco

Texto

"Narrador de los mares y los vientos de Chile

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Francisco Coloane (1910-2002)



Considerado uno de los más importantes narradores chilenos, la obra de Francisco Coloane describe la constante lucha del hombre por sobrevivir en un entorno inhóspito. Los mares del Sur fueron el escenario predilecto de sus historias, entre las que se cuentan clásicos como El último grumete de la Baquedano.

Considerado uno de los más importantes narradores nacionales, Francisco Coloane nació en el sureño pueblo de Quemchi, Chiloé, el 19 de julio de 1910. Hijo de un capitán de barcos balleneros y de una pequeña propietaria agrícola, Francisco Coloane cursó sus primeros estudios en las escuelas locales de Quemchi, para luego ingresar al Seminario de Ancud, donde realizó estudios equivalentes al segundo año de educación media.

Aun antes de terminar sus estudios, comenzó a trabajar como secretario, al tiempo que publicaba sus primeros relatos en revistas y diarios de la región. Más tarde, en 1929, fue contratado como aprendiz de capataz en una estancia ganadera de Tierra del Fuego, experiencia que dió tema a gran parte de su obra, y que se sumó a las labores que desarrolló como escribiente de la Armada de Chile y miembro de las expediciones petrolíferas realizadas en la provincia de Magallanes.

Integrante de la Generación Literaria de 1938 y poseedor de una prosa potente, Coloane manifiesta en sus textos la lucha continua del hombre y su entorno, siempre situado en las regiones inhóspitas del sur chileno o en las soledades de alta mar, como se ve en dos de sus libros más reconocidos, Cabo de Hornos (1941) y El último grumete de La Baquedano (1941). Estos tópicos se manifiestan también en sus volúmenes de cuentos, como Golfo de Penas (1945) y El chilote Otey y otros relatos (1971), y en sus incursiones en la dramaturgia, como La Tierra del Fuego se apaga (1945).

Su obra ha sido objeto de múltiples comentarios y artículos de prensa; y él, llamado por la crítica europea como "Jack London de Sudamérica", a raíz de las cercanías temáticas que mantiene con el escritor norteamericano, en especial en lo que se refiere al retrato del hombre frente a una naturaleza aún indómita e inexplorada, principal fuente de inspiración de ambos autores.

Francisco Coloane realizó también una prolífica tarea como periodista y redactor de diversos medios de prensa, escribiendo numerosos artículos y notas para medios como La Crónica, El Siglo y la revista Zig-Zag, de la cual fue redactor político. Tampoco resulta menor su actuación gremial, que lo llevó a la presidencia de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) y a una continua participación tanto en esta asociación como en el Colegio de Periodistas, del cual fue miembro.

Ganador del Premio de la Sociedad de Escritores en 1957, y del Premio Nacional de Literatura en 1964, Francisco Coloane es sin lugar a dudas uno de los escritores chilenos de mayor relevancia, tanto en el país como en el extranjero, lo que se ha visto ratificado en el reciente éxito de sus obras en Europa, así como en la reedición de algunos de sus textos en Chile, como El guanaco blanco.

Francisco Coloane falleció en Santiago el 5 de agosto de 2002, a los 92 años de edad."

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EL GUANACO BLANCO

  "Esta novela nos introduce en los primeros años de la colonización de estas tierras vírgenes, que el autor conoce desde su niñez. Coloane combina magistralmente el paisaje de estas zonas australes de Chile, la cultura y las formas ancestrales de vida, el choque de culturas contradictorias y el inevitable mestizaje. Todo ello trenzado con elementos históricos y mitológicos pertenecientes al patrimonio cultural de aquellos pueblos primitivos."

Fuente

Leer

"Ellos, los selk'nam u onas, habían vivido miles de años en el Onaisin, que así llamaban a su gran isla de cuarenta y ocho mil kilómetros cuadrados. "

"Los selk'nam u onas lo llamaban Timáukel, "el que está en el cielo"; pero la creación del hombre fue obra de las manos de Quenós, que bajó al Onaisin por su mandato. "Él es eterno, todopoderoso, pero
vive más allá de las estrellas". 

"Timáukel, al ver al Onaisin tan solitario,
envió a Quenós a la tierra de hielos para que la poblara.
Quenós llegó al Caín-Cuen, el lago largo. Tomó dos
puñados de barro, hizo un miembro masculino y un órgano
femenino. Los dejó uno al lado del otro y se fue. En la otra noche,
al llegar el alba, apareció la primera mujer. 
Así fue poblándose el Onaisin."

"Quenós repartió el mundo. La tierra de aquí para los
selk`nam, onas, que quiere decir simplemente “hombre”. Pronto
hubo mucha gente. En ese tiempo, la bóveda celeste estaba
mucho más cerca de la tierra. Antes de subir de nuevo a ella, la hizo elevar a la altura que hoy tiene. Allí se encuentra Quenós en forma de una estrella, la más destacada. Antes de ascender, cuando hacía
tiempo Quenós andaba en el Onaisin, había tres antepasados que lo acompañaban a todas partes. Casi siempre estaban los cuatro juntos. Eran poderosos. Formaban parte de los "jon" y "hohuen" de aquella época. Los primeros tienen un poder por encima de los onas corrientes. Los segundos una facultad que los hace morar junto a Tirnaukeí, que es
puro "caspi", espíritu. Quenós no tenía mujer ni hijos. Uno de sus
acompañantes era Tschenuke. Los nombres de los otros se han
olvidado, pero cuando Quenós llegó a viejo, ya había muchos
descendientes. Anciano estaba y procuró dormirse en un largo
sueño: el sueño de la transformación, como las orugas que se
encierran en un canutito, después vuelan convertidas en mariposas,
con la primavera. O el del pasto bajo el cielo, que brota con hojas
nuevas cuando los hielos se quiebran."

"Los temporales que ronzan continuamente en el vértice del Cabo de Hornos adquieren mayor intensidad a medida que van hacia el noreste sobre la Tierra del Fuego. Los rafagales con agujillas de hielo obligan a sotaventarse a las embarcaciones. Más al occidente del cabo, en el confín de la península Hardy, el monte rojo se prolonga agachándose en el mar como la cabeza de un rinoceronte que va a dar la embestida. Un picacho rocoso se levanta en la trompa cual un cuerno amenazante, y una de las dos rocas, a medias sumergidas, semeja otro cacho de la bestia cuyas fosas parecieran producir las tormentas y sus trombas marinas. Es el falso Cabo de Hornos, más temido por los navegantes, como todo lo engañoso, que el promontorio de 417 metros del verdadero, más al oriente. Los antiguos capitanes de veleros se estimaban por las veces que habían doblado el Cabo de Hornos. Era lo mismo que una condecoración."