viernes, 6 de marzo de 2015

Conexión entre Antártica y Sudamérica al fin de la Era de los Dinosaurios



Expedición paleontológica. Luisa Villablanca

El complejo Cerro Guido-Las Chinas encuentra plasmado en sus rocas distintos ambientes de fines de la Era de los Dinosaurios, que van desde marinos profundos con invertebrados y reptiles marinos, a costeros y continentales con ríos y lagunas. Crédito INACH. Fotografía Luisa Villablanca.

Esta expedición paleontológica organizada por el Instituto Antártico Chileno (INACH), en colaboración con científicos de la Universidad de Chile, de Heidelberg (Alemania), de Unisinos (Brasil), y del Museo de Historia Natural de Karlsruche (Alemania), y que contó además con estudiantes de pre y posgrado de las universidades Andrés Bello, de Concepción, de Chile, Católica de Valparaíso y de Magallanes, en total 25 personas, permaneció entre el 16 de febrero y el 3 de marzo al norte de la Provincia de Última Esperanza, en la Estancia Cerro Guido y Las Chinas.

Dos años después del hallazgo de los dinosaurios más australes de América, realizado por el estanciero Mario Ulloa, una seguidilla de hallazgos científicos del equipo encabezado por el doctor Marcelo Leppe, paleobotánico del INACH, ha permitido afirmar que la diversidad de vertebrados fósiles es mayor a la estimada originalmente, y este año se suman a los ya descubiertos saurópodos y hadrosaurios, una serie de otros reptiles, entre los que destacan plesiosaurios y mosasaurios.

La diversidad de flora fósil encontrada, principalmente representada en impresiones de hojas, se ha duplicado en 2015, elevando su número a no menos de 40 formas diferentes.

El complejo Cerro Guido-Las Chinas encuentra plasmado en sus rocas distintos ambientes de fines de la Era de los Dinosaurios, que van desde marinos profundos con invertebrados y reptiles marinos, a costeros y continentales con ríos y lagunas.

De igual forma, y de acuerdo a los últimos hallazgos científicos encabezados por Leppe, se puede afirmar además que, por la concentración inusual de ambientes, por una alta densidad de flora y fauna, así como por la excelente preservación de los fósiles, esta localidad se eleva como una de las cinco más importantes de Sudamérica para fines de la Era de los Dinosaurios.

Al mismo tiempo, los científicos han logrado constatar que existen cambios en la composición de la flora a través de los estratos del complejo Cerro Guido-Las Chinas, cambios que han condicionado la existencia de una fauna singular, encabezada por dinosaurios.

Los estratos más jóvenes de la secuencia evidencian condiciones inusualmente más frías, en el entendido que el Cretácico es considerado un período invernadero, con concentraciones de CO2, varias veces superior al actual.

Esta localidad complementa la hipótesis generada durante los últimos años, que sostiene que a fines del Cretácico hubo un período frío que habría provocado la formación de hielo antártico y producido un gran descenso en los niveles del mar.

Por otra parte, el hallazgo de una flora de origen antártico, por primera vez en Sudamérica, se correlacionaría con la posibilidad de que el descenso en el nivel del mar haya provocado la aparición de un puente terrestre entre Antártica y la Patagonia a fines de la Era de los Dinosaurios, desplazando unos 2o millones de años más atrás el origen de los considerados bosques templados del sur de Sudamérica y de los ambientes subantárticos.

Los trabajos en Cerro Guido_Las Chinas, están permitiendo ofrecer una variante más elaborada y atractiva al turismo de escenarios naturales desarrollado en la Patagonia Chilena.

El estanciero Mario Ulloa, sigue siendo el custodio del valle de los dinosaurios magallánicos, mientras estamentos públicos y privados comienzan a reconocer en la clase mundial de los hallazgos, una oportunidad para reeducar en la historia de la conexión Sudamérica-Antártica, de proteger el patrimonio natural y a la vez progresar en el desarrollo del turismo científico sustentable. 

@prensaantartica

martes, 3 de marzo de 2015

Académico de Harvard: “La Antártica se convirtió en la zona cero del cambio climático”


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Aunque la capa de hielo se derrite lentamente, en la última década se han vertido al mar unos 118.000 millones de toneladas métricas de hielo, según los satélites de la NASA. Foto Vincent van Zeijst. Wikimedia.

Desde el terreno, ubicados al extremo norte de la Antártica, una cubierta blanca de hielo parece extenderse hasta el infinito. Lo que escapa al ojo es la batalla épica que kilómetros abajo se libra y que está redibujando el mapa de la Tierra.

El agua está licuando el hielo antártico. Lo derrite justo cuando se encuentra con el océano. Aunque la capa de hielo se derrite lentamente, en la última década se han vertido al mar unos 118.000 millones de toneladas métricas de hielo, según los satélites de la NASA.
Eso representa más de 350.000 veces el peso del Empire State o la misma cantidad de hielo necesaria para llenar más de 1,3 millones de piscinas olímpicas. Y la tasa de descongelamiento se está acelerando.

En el peor de los casos, el deshielo podría elevar el nivel del mar hasta 10 pies (3,3 metros) en todo el mundo en uno o dos siglos y que cubra las costas que están densamente pobladas.

Partes de la Antártica se están derritiendo a una tasa tan acelerada que el continente se ha convertido en “la zona cero del cambio climático global, sin duda alguna”, asegura Jerry Mitrovica, geofísico de la Universidad de Harvard.

Aquí, en la península antártica, donde el continente se está calentando más rápidamente porque la tierra se adentra a un océano cada vez más cálido, se pierden casi 45.000 millones de toneladas métricas de hielo cada año, según la NASA.

El agua se calienta desde abajo, lo que hace que el hielo retroceda y que el aire más cálido continúe el proceso. Las temperaturas subieron 5,4 grados Fahrenheit (3 Celsius) en el último medio siglo, mucho más rápido que el promedio, dice Ricardo Jana, glaciólogo del Instituto Antártico de Chile.
Peter Convey, del British Antarctic Survey, reflexiona sobre los cambios que se pueden ver en la isla Robert, un ejemplo a pequeña escala y quizás una advertencia de lo que está sucediendo en la península y en el resto del continente.

“Yo estuve aquí hace diez años”, recuerda Convey en un raro día soleado en la isla, con temperaturas apenas por encima de cero grados Celsius. “Y si comparas lo que vi entonces con ahora, la diferencia básica debido al calentamiento es que las secciones permanentes de hielo y nieve son más pequeñas. Siguen ahí, pero son más pequeñas que antes”, asegura.

En la isla Robert, porciones de musgo con colores que van desde el verde fluorescente hasta rojo oxidado han crecido al tamaño de una cancha de fútbol. Aunque el 97% de la península sigue cubierta de hielo, ahora hay valles completamente descubiertos. En otras partes, según Convey, el hielo es menos grueso y la extensión de los glaciares ha disminuido.

La bióloga Angélica Casanova se quita los guantes para recoger muestras, lo que le vuelve los dedos azules de frío. Ella no deja de notar cambios desde que comenzó a visitar la isla en 1995. Dice que cada vez hay más plantas que crecen en la tierra y rocas depositadas por la retracción de los glaciares. “Es interesante porque la vegetación en cierta forma responde positivamente, crece más. Lo lamentable es que la información científica nos dice que ha habido mucha reducción de los glaciares y eso nos preocupa”.

Solo en enero, los científicos notaron en imágenes de satélite que una enorme grieta de hielo en la península llamada Larsen C había crecido 12 millas (20 km) en el 2014. Lo que es peor, la grieta afectó un tipo de banda de hielo que usualmente frena esas hendiduras.

Si sigue así, puede causar la separación de un iceberg gigantesco de hasta 2.500 millas cuadradas, señala Paul Holland, del British Antarctic Survey. Y existe la pequeña posibilidad de que eso haga desprenderse la plataforma de hielo Larsen C (aproximadamente del tamaño de Escocia), como la Larsen B lo hizo en el 2002.

Hace unos pocos años, los científicos pensaban que la Antártida en su totalidad estaba en equilibrio, sin ganar ni perder hielo. Estaban más preocupados por Groenlandia, más accesible y fácil de notar. Pero una vez que pudieron estudiar bien el fondo del mundo, el centro de sus temores cambió.

Ahora, científicos en dos estudios separados usan términos como ‘irreversible’ e ‘indetenible’ para hablar del deshielo al occidente de la Antártida. En la NASA, el experto en hielos Eric Rignot indica que el derretimiento avanza más rápido que lo que nadie había pensado. “Es una señal de alarma”.
Los cambios climáticos han variado los patrones de vientos alrededor del continente, empujando agua más cálida contra y debajo de la capa de hielo al occidente de la Antártica y la península. La suerte del mundo depende de cuán rápido se derrita el hielo.

Al ritmo actual, el fenómeno solamente elevaría el nivel del mar aproximadamente un tercio de milímetro al año, porque los océanos son muy vastos. Pero si toda la capa de hielo al oeste de la Antártica, que está conectada con el agua, se derrite indeteniblemente, como pronostican los expertos, no habrá tiempo para prepararse.

Si aquello sucede, ciudades costeras como Nueva York y Guangzhou pudieran enfrentar hasta un billón de dólares en daños por inundaciones en unas pocas décadas e innumerables centros poblacionales quedarían vulnerables. @prensaantartica