sábado, 5 de julio de 2014

Los Cielos Australes - enigmas para navegantes exploradores, hombres de ciencia, filósofos y poetas.

Fuente: Artículo de Silvia Díez Smith
http://www.astro-digital.com/11/cielosur.html

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Lo fascinante de la historia de la llegada a estas tierras, es la pasión personal de cada uno de aquellos que estuvieron involucrados, algunos de los cuales, dejaron una marca en la historia tan tremenda que no creo que ninguno de ellos haya podido calcular en su grandiosa medida.

Es difícil, casi imposible, llegar a saber si realmente fueron los primeros en tocar y cartografiar estas costas los navegantes portugueses, españoles o de otras nacionalidades.

La historia relata, con cuidadoso análisis, acontecimientos escritos por cronistas, que antes mencionados, pueden ser ciertos e indudables, pero también está la otra historia: la protohistoria, de ella se suele tener alusiones no del todo claras; algunos mapas, cartas de navegación de procedencia que suele perderse en el tiempo, han servido a los navegantes que luego hicieron ésta, la historia escrita, la que llega a nuestros días.

Los astros como puntos de referencia (faros), era esto lo único que podían observar para orientarse.

Durante el día, la observación solar que consiste en el registro del instante de paso de los bordes superior e inferior por un determinado círculo de altura. Los datos diarios obtenidos permiten medir las variaciones del diámetro del Sol. También se determina, mediante el seguimiento de su órbita aparente, la posición del punto origen de las coordenadas ecuatoriales de las estrellas.

Esta extraordinaria pasión de explorar costas desconocidas se dificulta al no poder las embarcaciones seguir rutas reconocidas. Explorar regiones incógnitas, hace que un buen descubridor deba transmitir a los demás sus hallazgos, y debe fijar las posiciones absolutas, no las posiciones relativas a la última costa o puerto de recalada. Para ello hay que observar el rumbo y, calcular bien la velocidad, es por esto, que en estas épocas de navegación astronómica se podían calcular las coordenadas (la longitud y la latitud) en alta mar mediante la observación del Sol o de las estrellas, siendo absolutamente preciso, un verdadero y profundo conocimiento de la astronomía.

La latitud se podía calcular con cierta facilidad utilizando sencillos instrumentos de cálculo, pero no así la longitud, que es la referencia al meridiano en el que se encuentra la nave.

A diferencia de las expediciones de los portugueses por África, en las que sin grandes variaciones de longitud se descendía 75° de latitud (desde Sevilla hasta la extremidad meridional de África), los españoles, al cruzar el océano, eran fieles a la misma latitud: avanzan grados de longitud, que eran difíciles de calcular.


«Explorar regiones incógnitas, hace que un buen descubridor deba transmitir a los demás sus hallazgos»
En general, la longitud se suponía calculando la posición según la distancia recorrida, siguiendo un rumbo dado; para ello se calculaba la velocidad según la experiencia y respecto a la estela que deja el navío sobre la superficie del mar, o calculándolo respecto a hierbas u otros objetos flotantes.

En cada turno de guardia se anotaba la velocidad calculada en una pizarra, dato que luego se pasaba al cuaderno de bitácora (libro en que se anotaban todos los acontecimientos de la travesía, y que se guardaba en la bitácora, armario próximo al timón). Con buenos vientos, esos cálculos podían resultar aproximados, pero si había vientos contrarios todo era puro azar. Los marineros se guiaban por su instinto. Normalmente iban en dirección norte o dirección sur hasta alcanzar la latitud deseada. Entonces se dirigían, sin más preocupación, hacia el este o el oeste hasta tocar la primera tierra.

Ahora bien, si no se encontraban con maderas, hierbas, etc., flotando o ballenas que daban la idea de estar cerca de tierra firme, claro, las cosas se complicaban mucho, sobre todo, si pasan no solamente semanas, sino, muchos meses.

Fernández de Quirós (1560-1616) dice en uno de sus escritos:

  1. Anotar los vientos y mudanzas dellos, de los aguaceros, corrientes, pájaros, cardumes de peces y otras señales que son de tierra, y el paraje donde topare con ellas.

  2. Al salir y poner el sol y más veces si le pareciese convenir, hacer subir a los topes a dos hombres para explorar la mar a todas partes del horizonte.

  3. Si navegare con mar y viento y se hallare de golpe sin los dos, si fuere de noche, reparo y sonda y buena guardia, porque suele ser por interposición de tierra cercana.

  4. Si estando el cielo claro el sol, luna y estrellas salieren, o se pusiesen más altas que el horizonte, por ser señal cierta de tierra, si fuere de noche reparo y sonda y de día demandarla.


El procedimiento clásico para orientarse en altamar, y la guía de los marineros, era la Estrella Polar, que indica el Norte. Como su altitud (es decir, el ángulo con que aparece en el horizonte) disminuye conforme se avanza hacia el Sur, señala la latitud.

Al navegar en dirección Este u Oeste podía mantenerse también un curso recto y corregir errores de brújula manteniendo la latitud polar constante.

Todos estos conocimientos y muchos más, debían tener estos arriesgados navegantes con naves que no creo podamos imaginar cuanta audacia era necesaria para hacerse a la mar tan desconocida como hoy lo es para nosotros el infinito Universo.




Américo Vespucio en un grabado de Crispin de Pasee.



Viñeta del mapa de Waldseemüller de 1506, Américo Vespucio con su mapa.

Américo Vespucio

Sus anotaciones sobre la búsqueda de una estrella polar en el sur celeste, donde deja sentado también que la estrella Polar, la Osa Mayor y la Osa Menor no se ven, pero sí se aprecian nuevas y notables estrellas, son de gran relevancia. 
 
Él, hace mención a La Divina Comedia del Dante en el pasaje del Purgatorio sobre estas estrellas que está observando nuevas para él, las cuales, le permitirán servir de guía en estas latitudes. 
 
Vespuccio, deseaba fervientemente ser el primero en descubrir una estrella polar que identificara el Polo Sur celeste. 
 
Pasaba largas noches en vela, sin dormir para observar en el movimiento de las estrellas circumpolares sureñas, cual de ellas en ese fascinante círculo, se movía menos, denotando así, que era la que podía identificarse como Polaris Australis. 
 
Estas estrellas, absolutamente opuestas a las conocidas en el hemisferio norte e invisibles desde el mismo, deslumbran por su magnitud, belleza y abundancia a Vespuccio. 
 
La longitud en estas travesías hacia el Oeste, era un problema que develaba a Vespuccio como ha otros navegantes. Las tablas astronómicas de la Luna y los planetas lo obsesionaban. 
 
La noche del 23 de Agosto de 1499, debía producirse una conjunción entre la Luna y el planeta Marte, la misma, de acuerdo a los datos que poseía Américo de la ciudad de Ferrara, debía producirse cercana a la medianoche. Pero ocurrió que al salir la Luna una hora y media luego de la puesta del Sol, Marte ya había pasado por aquella posición en el este. Vespuccio, utilizó este dato para hacer el cálculo de la distancia que había recorrido hacia el Oeste. El método, lo acercaba bastante más que a otros navegantes, como Colón, para hacer las estimaciones de distancias recorridas, pero aún le faltaban exactitudes que solo podían dársela instrumental de precisión.

Recordemos, que según Ptolomeo, era irrealizable cualquier emprendimiento por la ruta meridional, a lo largo de la costa africana. Ptolomeo, fue autoridad indiscutible en estos temas por 400 años. Según él, era imposible vivir bajo el Ecuador o en sus inmediaciones, su afirmación que bajo el Sol verticalmente ardiente no podía sobrevivir ser humano o planta de alguna especie, era indiscutible. Sus disquisiciones al respecto, llegaban a declarar la imposibilidad de navegar alrededor de este desierto de arena, ya que estas tierras inhóspitas se hallaban unidas hasta el Ártico así como también lo estaban hasta la terra incógnita australis. 
 
Detrás del Cabo de Non, comenzaba el llamado verde mar de la oscuridad. Allí, el calor solar hacía hervir el mar por aquellas latitudes, incendiándose irremediablemente las naves y cualquier hombre que tratara de hacer pie en estas tierras, se convertiría en negro. 
 
Sobre esto, Vespuccio escribe a Lorenzo de Médici:
"Me parece excelentísimo Lorenzo, que mediante este viaje he impugnado con éxito la opinión de la mayoría de los filósofos, que afirman que nadie puede vivir en la zona tórrida a causa del intenso calor, pues en este viaje, hallé que sucede exactamente lo contrario. El aire es más puro y templado en esta región, y en ella vive tanta gente que su número es muy superior al de los que viven fuera de sus límites. Lógicamente, y digámoslo en voz muy baja, la experiencia es, por cierto, mucho más valiosa que la teoría".


Pero, ¿qué se necesitaba aparte de expertos navegantes para estas extraordinarias aventuras? Claramente, conocedores del cielo, con avanzados conocimientos en astronomía, alguien que conociera ese otro mapa: el del cielo y el del inescrutable destino, ya que la astrología, también jugaba para estos hombres, un papel de importancia. "
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En el Canto I, Dante Alighieri escribió lo siguiente:
I' mi volsi a man destra, e puosi mente
a l'altro polo, e vidi quattro stelle
non viste mai fuor ch'a la prima gente.
Goder pareva 'l ciel di lor fiammelle:
oh settentrïonal vedovo sito,
poi che privato se' di mirar quelle!
[1]
Dante parece estar refiriéndose a la constelación de la Cruz del Sur. De hecho, tal es la interpretación estándar de estos versos, como puede verificarse -por ejemplo- en las notas que acompañan la traducción al inglés realizada por Henry Wadsworth Longfellow (1807 - 1882) de 1867 [2].


En la imagen, vemos la Cruz del Sur tal como aparece en la Uranographia publicada por Johann Elert Bode (1747 - 1826) en 1801, uno de los últimos atlas estelares en representar no sólo los objetos astronómicos, sino también las constelaciones.

Se trata de la más pequeña de las constelaciones modernas, formada -desde el pie y en sentido de las agujas del reloj- por las estrellas α, β, γ, y δ, también llamadas Alfa, Beta, Gama y Delta Crucis o simplemente Acrux, Becrux, Gacrux y Delcrux, por concatenación de las palabras Alfa, Beta, Gama y Delta con la palabra Cruz. En realidad Acrux es una estrella doble. Entre α y δ se encuentra la gigante naranja ε, también llamada intruso
 
La Cruz del Sur contiene también una nebulosa de gas y polvo llamada Saco de Carbón, que aparece como una silueta recortada en la Vía Lactea. 
 
La importancia de la Cruz del Sur para la navegación radica en que si se extiende su eje principal tres veces y media desde Acrux, se encuentra el polo sur celeste, o sea el punto imaginario donde el eje de la Tierra corta la esfera celeste.

Durante su viaje de 1501, Americo Vespucio  cartografío estas estrellas. Sin embargo su identificación como constelación no ocurrió sino hasta 1589, cuando el astrónomo holandés Petrius Plancius (1552 - 1622) colaboró con el cartógrafo Jacob Floris van Langren en la realización de un globo celeste que mostraba, por primera vez, la Cruz del Sur. 
 
También aparece en el globo realizado por Pieter van den Keere en 1613 y en los mapas estelares Usus astronomicus planisphaerii stellati publicados en 1624 por Jacob Bartsch (c. 1600 - 1633), yerno de Johannes Kepler [3]. Finalmente, algunos han atribuido la asignación del nombre de "Cruz del Sur" a Augustin Royer, astrónomo de Luis XIV, quien la menciona en su atlas estelar de 1679.

Sin embargo, hay una carta [4] muy anterior a las de Plancius y Royer, donde se incluye un dibujo de la Cruz del Sur (en la imagen inferior) y se la describe como "tan bella que ningún otro signo celestial puede comparársele". Esta carta, escrita sobre pergamino por un joven miembro de una influyente familia Florentina llamado Andrea Corsali (1487 - ?), está dirigida a Giuliano de Medici y relata un viaje al Océano Índico a través del sur de África a bordo de una nave portuguesa. Data de 1515 y fue publicada en 1518. Además apareció en Delle navigationi et viaggi de Giovanni Battista Ramusio de 1550, y en The Decades of the Newe Worlde or West India de Richard Eden de 1555 que -dicho sea de paso- tuvo una enorme influencia en La Tempestad de William Shakespeare.


Pero si Dante realmente se está refiriendo a la Cruz del Sur en el verso 23 del Canto I del Purgatorio, entonces tenemos un problema. Se estima que Dante Alighieri escribió la Divina Comedia entre 1304 y 1321, año de su fallecimiento. Y eso ocurrió dos siglos antes de que Corsali describiera por primera vez la Cruz del Sur en su carta de 1515. Entonces, ¿cómo pudo Dante conocer la Cruz del Sur tanto tiempo antes de que fuese vista por los navegantes del siglo XVI y catalogada como una constelación a comienzos del siglo XVII?

En primer lugar debemos considerar la posibilidad de que el verso 23 deba entenderse en un sentido alegórico, donde las cuatro estrellas serían representativas de las cuatro virtudes cardinales: Justicia, Prudencia, Fortaleza y Templanza [5]. En efecto, a partir del verso 37 Dante se vuelve a referir a ellas en los siguientes términos:
Li raggi de le quattro luci sante
fregiavan sì la sua faccia di lume,
ch'i' 'l vedea come 'l sol fosse davante.
[6]
Y más aún, a partir del verso 103 del canto XXXI, dice
Indi mi tolse, e bagnato m'offerse dentro a la danza de le quattro belle; e ciascuna del braccio mi coperse. "Noi siam qui ninfe e nel ciel siamo stelle; pria che Beatrice discendesse al mondo, fummo ordinate a lei per sue ancelle". [7]
El carácter alegórico de las cuatro estrellas en estos versos es evidente, y lo mismo podría aplicarse a la mención del verso 23 del canto I.

Pero hay una interpretación distinta, según la cual Dante habría tenido información sobre la existencia de una constelación de cuatro estrellas que sólo sería visible desde el hemisferio sur.

Según menciona William Warren Vernon en su libro Readings on the Purgatorio of Dante de 1889 [8], el rey Juan I de Sajonia (1801 - 1873), quien tradujo la Divina Comedia al alemán con el seudónimo de Philalethes, consideraba que Dante pudo haber oido de la existencia de la Cruz del Sur de Marco Polo, quien en 1295 ya estaba de regreso en Venecia después del famoso viaje que hacia 1284 lo había llevado tan al sur como Java y Madagascar. Esta transmisión pudo ocurrir gracias a las conversaciones mantenidas por Marco Polo con Pietro d'Abano, también llamado Petrus de Apono o Aponensis (c. 1250 - c. 1316) que, entre otros temas, versaron sobre Astronomía [9].

Pero hay otra opción más. En el primer globo celeste de 1589, Plancius había ubicado la cruz en un punto errado del cielo, justo debajo de la constelación de Eridanus. Recién en 1595, gracias a las observaciones realizadas a pedido suyo por Pieter Dirkszoon Keyser, piloto del Hollandia, pudo finalmente ubicarla correctamente. Pero también advirtió que las estrellas α - ε, ya habían sido catalogadas por Ptolomeo en su Almagesto. ¡Y ello había ocurrido en el siglo II de nuestra era! 
 
O sea que esas estrellas ya eran conocidas en el mundo antiguo, aún cuando no habían sido identificadas como una constelación separada, sino como parte del Centauro. Así aparece, por ejemplo, en la Uranometría de Bayer de 1603 [10], donde la Cruz del Sur forma parte de las patas traseras del Centauro (en la imagen). 
 
Siendo así, resultaba factible que Dante estuviese al tanto de su existencia.


Pero estas estrellas eran invisibles desde el hemisferio norte. 
 
En los versos 22-27 del Canto I del Purgatorio, Dante dice que el hemisferio norte está "privado de ver" estas cuatro estrellas, y que nadie las ha visto excepto por "la primera gente". 
 
Según Vernon [8], esta "primera gente" sería ni más ni menos que Adan y Eva, habitantes del Paraiso Terrenal que Dante ubicaba en el Monte del Purgatorio, es decir, en el hemisferio sur. 
 
Pero, siendo así, ¿cómo sabía Ptolomeo de la existencia de estas estrellas "invisibles" desde el hemisferio norte? Bueno, ocurre que no eran invisibles en el siglo II (!). De hecho, para Henry Clark Barlow (1806 - 1876) [11] esa "primera gente" que menciona Dante son "las primeras razas que habitaban Europa y Asia". 
 
En su Cosmos [12] Humboldt lo explica de la siguiente manera:
"Como consecuencia de la precesión de los equinoccios, los cielos estrellados estan cambiando continuamente su aspecto desde cualquier parte de la superficie de la Tierra. Las primeras razas de la humanidad podían ver en el lejano norte las gloriosas constelaciones del hemisferio sur levantarse ante ellos después de haber permanecido invisibles [...] por un lapso de miles de años."
Este movimiento oscilatorio del eje de rotación de la Tierra ocurre con un período de aproximadamente 26000 años, conocido como año platónico. Así, las cuatro estrellas de la Cruz del Sur todavía podían ser vista desde Alejandría en tiempos de Ptolomeo (100 - 170). Sin embargo ya había caído por debajo del horizonte varios siglos antes del nacimiento de Dante.

Tal vez nunca sepamos si la referencia de Dante a las cuatro estrellas fue algo más que una alegoría, y en tal caso cómo supo sobre las "cuatro estrellas" del hemisferio sur, un conocimiento que la civilización occidental había perdido varios siglos antes. Además, aún si hubiese estado al tanto de ellas, ¿cómo se le ocurrió agruparlas en una constelación aparte, separada de la del Centauro? El misterio permanece...
http://ciencia-arte.blogspot.com.ar/2010/05/dante-y-la-cruz-del-sur.html 
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cont.   Artículo de Silvia Díez Smith
http://www.astro-digital.com/11/cielosur.html
 
Fernando de Magallanes(1480-1521), también tuvo que guiarse por estrellas que no le eran familiares.
No sabríamos mucho, sin la intervención de Antonio Pigaffeta, un italiano de buena familia que se alistó para formar parte de esta flota expedicionaria.
 
... la Cruz del Sur y su extraordinario cortejo, acompañaban y guiaban a estos hombres. Estas estrellas, parecían ser la única compañía de cuatro fantasmales naves, las primeras en la historia en atravesar estas misteriosas aguas. Estas desconocidas nuevas constelaciones, eran unas de las guías que podían darle una salida de estas tierras hacia las Molucas.




El descubrimiento del estrecho de Magallanes en un cuadro de O. W. Brierly que representa esta travesía que requirió cinco semanas, donde apreciamos, ya las solamente tres naves que lo lograron de las cinco que componían la expedición en su partida.
Antonio Pigaffeta relata en forma muy escueta, ya que el no es versado en temas astronómicos, qué ve en estos cielos del siguiente modo, cuando se dirigían con rumbo al Brasil para aprovisionarse y seguir bordeando las costas hacia el sur en busca del ansiado paso:

"Navegando con rumbo al Sur rebasamos la línea equinoccial, no viendo entonces la tramontana, o sea la estrella polar".


Más adelante, en su diario, al ya haber logrado encontrar el paso y atravesar el estrecho ... relata:

"Las constelaciones no están distribuidas en el polo Sur de igual manera que en e Norte, se ven dos grupos de pequeñas estrellas, de luz muy viva, cuyo movimiento es apenas perceptible; ellas determinan el polo S.,
 Aquí, Pigaffeta, evidentemente hace alusión a lo más destacado en estas latitudes, las que hoy llamamos "Nubes de Magallanes".



Forma en que vio Pigaffeta las Nubes de Magallanes en ésa latitud y en esa época, evidentemente, cerca del polo sur celeste, los dos objetos más llamativos que se puedan apreciar.
[También] ... comenta lo siguiente mientras navegaban ya por el sur del Pacífico:

"La aguja de nuestra brújula indicaba siempre el N., pero desviándose algo del polo. Esto, lo había observado muy bien nuestro capitán general (Magallanes), por lo que cuando estábamos en pleno Océano, preguntó a todos los pilotos qué ruta anotaban en sus cartas y respondieron que la correspondiente al rumbo que les había dado. Magallanes les advirtió entonces que tenían que corregir sus anotaciones, a causa del error a que les inducía la aguja; porque esta se desviaba en razón a que en el hemisferio austral perdía alguna fuerza de atracción hacia el polo N".

... Antonio Pigaffeta, este cronista apasionado y cándido en algunos aspectos de su relato, anota algo en su diario de una relevancia extraordinaria.

Esto, sucede en Cabo Verde, en él, toma cuenta de un hecho sorprendente.

Cuando bajan a proveerse de los víveres necesarios, la tripulación se sorprende profundamente: es jueves, sí, jueves, cuando que a bordo de la nave Victoria es... miércoles!.

Durante los dos años que duró este tremendo viaje, Pigafetta llevó rigurosamente su diario, día a día, en forma meticulosa, sorprendiéndose ante este hecho, consulta al piloto Alvarado, que ha llevado la bitácora con sus registros día por día también, y sí, de acuerdo a la cuenta, era indiscutiblemente miércoles.

Esta observación de Pigafetta, asombró a todo el mundo culto, ninguna de las brillantes mentes como Ptolomeo o Aristóteles, habían tomado en cuenta este detalle.

El viaje de Magallanes, entre tantos otras cosas, aportó este nuevo conocimiento, el seguir la marcha del giro de la Tierra va robando una hora, o un día, nuevo conocimiento que revolucionó al mundo científico, pero parece haber pasado desapercibido en esta historia de navegar los mares y los cielos australes, cruzar inmensas masas de agua, bordear costas extraordinarias por sus riquezas y exotismo, o por la rudeza y hostilidad de sus tierras. Este nuevo conocimiento, también lo trajo la fantástica empresa de Magallanes.




Portada del libro de Gamboa Viajes al Estrecho de Magallanes editado en Buenos Aires

Algunas otras expediciones a las tierras australes de América donde se obtienen datos astronómicos

Pedro Sarmiento de Gamboa, Expedición al Estrecho de Magallanes (1579-1580)
Pedro Sarmiento de Gamboa (1532-1592), Almirante de la Guarda de Indias, al servicio de su rey don Felipe II, navegante, científico y escritor reconocido por su sobresaliente expedición a estas tierras para fundar población en las tierras descubiertas por Magallanes en su viaje por el estrecho que lleva su nombre, hace también descripciones de estos cielos australes y los fenómenos que en él detecta por primera vez en su vida.

De entre las muy conocidas crónicas de Sarmiento de Gamboa, de un total de cuatro, datadas en 1582, 1583, 1584 y 1590, es de destacar estos párrafos donde describe en la secuencia que abarca el resto del viaje (la tercera de ellas) la travesía a través del Estrecho durante la cual investigó, las posibles salidas del paso, la desembocadura en el Atlántico y la ruta hacia España, cruzando en diagonal el océano. 
 
En esta última fase resolvió el problema del cálculo de la longitud, sirviéndose de la distancia angular de Sol a Luna, método que parece ser, fue el primer marino en emplear. Localizó en el cielo austral dos estrellas polares de "muy Pequeña circunferencia", el polo sur celeste, lo describe como muy oscuro. Los llamados luceros de Sarmiento, de muy secundaria magnitud, fueron observados por éste mediante procedimientos muy rústicos, ya que no contaba con telescopio o artilugio que se le semejara para hacer exactas mediciones.




Planisferio portugués del año 1590.



El rigor científico con el que escribe Pedro Sarmiento de Gamboa, es digno de destacar, hombre versado, curioso y detallista. En el libro de bitácora anota algo peculiar, relatado en forma totalmente desprovista de todo aquello que no sea rigurosamente científico:

"Esta noche vimos un arco que llaman los filósofos Iris blanco, en contraposición de la luna que se iba a poner y de la reciprocidad de sus rayos, que por antiperístasis herían en las nubes opuestas"


Añadiendo luego:

"Cosa es tan rara que ni la he visto otra vez, ni oído ni leído que otra persona la haya visto tal como éste, sino en la relación de Alberico Vespucio, que dice en el año de 1501 haber visto otro como éste".
Expedición de Cook en 1768 para la observación de Venus ante del disco solar en 1769

El navegante inglés James Cook efectuó tres importantes viajes hacia estas tierras australes, él fue quien dio comienzo a las navegaciones que, preparadas con objetivos científicos aumentaron los conocimientos geográficos, astronómicos y de la historia natural. En dos de los primeros viajes recorrió la parte más austral de América.

Zarpó de Plymouth en el Endeavour, equipado por la Real Sociedad, el 26 de agosto de 1768, con la finalidad de observar, desde alguna isla del Pacífico, el paso de Venus por el disco solar, que iba a producirse el 3 de Junio del año de 1769. Con este fin, se encontraba entre la tripulación, el astrónomo Green. Este viaje, duró aproximadamente 3 años, ya que Cook regresó 1° de junio de 1771 a su país. Y

«Malaspina llegó a navegar en latitud de 60° 43', lo que ocurrió el 6 de enero»
   Alejandro Malaspina, en la corbeta Descubierta, y 
José Bustamante y Guerra, en la Atrevida, el 30 de julio de 1789


"Descubierta" y "Atrevida"

Cuando recalan Puerto Egmont, entran en el puerto, en búsqueda de cualquier riachuelo para dar fondo frente a él. Malaspina, queda ciertamente impresionado por las islas Malvinas, relata detalles de sus bellezas naturales, en cierto modo especial. Daba la impresión, que había descubierto una especie de oasis después de tanto desierto patagónico.
 
Dionisio Alcalá Galiano  
Cada uno de los científicos de la expedición, cumple con su cometido: Felipe Bausá hace marcaciones de importancia con el teodolito, Antonio Pineda reconoce el terreno y anota plantas y animales, Galiano y Venacci, son quienes realizan observaciones astronómicas.
 http://historiadelaastronomia.files.wordpress.com/2012/05/inteligencia3.pdf

Se establece en esta expedición también con precisión la longitud al oeste de Montevideo de 3° 52' 30" y latitud sur de 51° 21' 3".
Juan Vernacci

Malaspina llegó a navegar en latitud de 60° 43', lo que ocurrió el 6 de enero. 
 
Dan la vuelta al Cabo de Hornos en forma satisfactoria, siguiendo luego hacia norte. A su regreso se hallaron el 25 de diciembre de 1793, cruzando de poniente a naciente el cabo de Hornos, luego de haber estado en las islas Diego Ramírez. 
 
Desde el extremo norte de la isla de los Estados, la expedición tomó nuevamente rumbo a las islas Malvinas, para repetir sus observaciones astronómicas y reponer tanto a tripulación como pertrechos para proseguir sus viajes.

El 2 de febrero, partieron de las Malvinas rumbo a Puerto Deseado, de allí, iniciaron la navegación hacia España, llegando a Cádiz el 21 de setiembre de 1794. Este viaje duró cinco años y tres meses, la ciencia, se vio ampliamente enriquecida con esta nueva expedición."
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