miércoles, 7 de marzo de 2018

Padre Alberto Maria De Agostini










































PADRE DE AGOSTINI: EL EXPLORADOR DEL FIN DEL MUNDO

Autor:  Claudia Folch Paiva
* Académica, Università degli Studi di Cassino e del Lazio Meridionale, Cassino, Italia.


Alberto María De Agostini nació en Pollone,
pequeño pueblo de Piamonte, el 2 de
noviembre de 1883. Fue ciertamente su feliz
ubicación, al pie de los Alpes, y la vecindad
de Biella, cuna del alpinismo italiano, las
que influyeron, desde la juventud, en el ánimo y las
preferencias de De Agostini por la naturaleza.

Desde su infancia, estuvo
rodeado de la sublime
atmósfera alpina que se
respiraba en la calle, en la
escuela y en el hogar. Esta
pasión por la montaña,
por los grandes espacios
y las zonas inexploradas
creció con él, y ya sobre
los Alpes supo destacarse
como experto alpinista que
acompañaba, junto a la acción,
la investigación, los escritos
y la naciente documentación
fotográfica.

Toda esta experiencia
europea de vida al hombro,
unida a la cultura del mundo
salesiano De Agostini decide
transportarla y aplicarla en el
sur del mundo. En un territorio
que para la mayoría era
desconocido y constituía un
misterio, una zona donde en
ese entonces había mucho que ver y descubrir.



El sacerdote selesiano Alberto María De Agostini, en su quehacer misionero llega a la
Patagonia chilena donde se destaca como el primer documentalista del Sur del Mundo.


  • 30-40000 fotografías, 60 películas en 35 milímetros que se encuentran en las oficinas de los Salesianos, pero aún no completamente inspeccionados dos documentales. Entre los nuevos materiales, un resumen de toda la vegetación patagónica. Probablemente existe mucho más material que se espera encontrar en los archivos, tanto en Italia como en Punta Arenas en el sur de Chile.


  • Hoy, en la extensa Región de Magallanes y Antártica chilena, cientos de lugares llevan el nombre con que los bautizó este explorador de principios del siglo XX.


Luego de haber cursado los estudios religiosos
en la Congregación Salesiana, llega a Punta
Arenas, Chile en 1910 y fue así que una vez
instalado en la Patagonia en 1910 el religioso
decidió alternar su propia actividad misionera
con la actividad geográfica hasta el punto de
convertir esta última en un verdadero trabajo.

A partir de ese momento este sacerdote,
fotógrafo, artista e incansable explorador recorrió
toda la zona Austral de Chile y Argentina, donde no
dejó montaña, paisaje o población sin documentar,
convirtiéndose en el primer cartógrafo de la
Patagonia. Además fue el primero en filmar
a los últimos onas y yámanas que habitaron
Magallanes, confeccionando una muestra de
imágenes de incalculable valor antropológico y cultural.

Por otra parte, fuera de religioso y un gran
explorador, el Padre De Agostini fue un notable
escritor y reportero, aunque la escritura fue un
aspecto rico y complejo de su personalidad que,
como muchos sostienen no ha sido suficientemente
considerado y estudiado. Sin embargo, los méritos
de sus escritos son tales que sus libros de geografía
se leen con la pasión y el sentimiento que evocan
recuerdos lejanos de Verne, Conrad, Salgari,
pero en un terreno literario reservado y discreto
que sólo de vez en cuando revela la sensación
de libertad que sacude nuestra alma frente a la
magnificencia de la Creación.

En sus escritos, siempre se siente una profunda
inspiración espiritual, por lo que la belleza de la
zona nos lleva a otra dimensión, otros horizontes,
que no son de este mundo, un anhelo de lo
infinito y el misterio que es la quintaesencia del
espíritu religioso.

El Padre De Agostini no sólo con sus magnificas
y detalladas descripciones ha hecho soñar y lo
continúa haciendo, abriendo los ojos de millones
de personas hacia un mundo que en ese entonces
era aún considerado un terreno exótico, temido
y desconocido, como un tesoro oculto. Se dice
que gracias a él la Patagonia se abrió al turismo,
fue él a darle nombre a cumbres y territorios
hasta ese entonces vírgenes, que actualmente
son meta de peregrinaje de miles de turistas que
visitan esas zonas australes cada año. Por esta
razón no es una casualidad que en el comentario
de la portada de la última edición de su gran
obra “I miei viaggi in terra del fuoco”, se escribe
meritadamente sobre él y se le considera “el
último explorador al fin del mundo antes de la
llegada del turismo”.

Padre De Agostini y el leguaje sublime

Como escritor el Padre De Agostini ha sabido
adaptar y reciclar el concepto de sublime, como
lo habían hecho desde finales del siglo XVIII
hasta mediados del XIX los artistas románticos
que lo rescataron de las ruinas del clasicismo.
Nace así una particular y poética forma del
lenguaje literario que sin lugar a dudas el Padre
De Agostini supo acoger y adaptar a su propio
background cultural, creando así un nuevo código
literario que permitió al sacerdote, al igual que
lo hicieron dichos artistas durante el Grand Tour,
poder expresarse y describir territorios hostiles,
inmensos y majestuosos como lo es la Patagonia
y Tierra del Fuego, donde parecieran no existir
palabras para expresar tanta bondad, esplendor
y magnitud creadas por la mano de Dios. El Padre
De Agostini tuvo que buscar la manera de expresar
en sus escritos, el concepto de hórrido-sublime,
que como nos explica el filósofo Remo Bodei *, se
refiere a ese terror mezclado a un sentimiento de
placer, frente a un espectáculo natural grandioso
e incontrolable, que nos confunde los sentidos
y a su vez nos impide poder expresarlo por su
grado de intensidad.

Es aquí donde vienen en su ayuda personajes
como Burke y Kant creadores de este particular
modo de expresarse, en donde a la naturaleza vienen
dadas características de religiosidad y misticismo.
Gracias a la influencia de estos autores románticos
estudiados durante sus años de seminarista, De
Agostini ha creado una prosa fantástica en donde
este sacerdote-escritor no deja de dar al texto una luz
particular de poesía, que transforma los elementos
profanos en pedazos de un gran mosaico sagrado,
porque gran parte de la prosa de agostiniana, sobre
todo aquella que se aleja de los tecnicismos, está
llena de poesía y religiosidad, y coincide plenamente
con el concepto filósofico de lo sublime natural
estipulado por Addison, Burke y Kant.


Se puede decir que Addison fue el primero
que dio su aporte al estilo de De Agostini, ya
que fue él a unir el concepto de grandeza al de
sublimidad, tema muy patente en las obras del
sacerdote, considerando que la Patagonia y Tierra
del Fuego se caracterizan por su inmensidad y
su belleza sin límites, cosa difícil de narrar con
palabras simples para un simple espectador,
pero que De Agostini supo describirnos 
a la perfección.

Por otra parte la importancia de Burke en la obra
del sacerdote, radica en que éste fue el primer
filósofo en argüir que lo sublime y lo bello son
categorías que se excluyen mutuamente, del
mismo modo en que lo hacen la luz y la oscuridad,
ya el sublime que no nace de la armonía de la
forma o la contemplación desinteresada, sino
de un sentimiento ambivalente de miedo y
placer frente a todo lo que es enorme (el vacío,
la oscuridad, las fuerzas que desencadena la
naturaleza). Para Burke la belleza provoca amor y lo
sublime temor, que pueden sentirse como reales.
Introdujo igualmente la categoría de lo “patético”,
emoción igualable al placer como sentimiento,
que proviene de experiencias como la oscuridad,
el infinito, la tormenta, el terror, temas recurrentes
en las obras3 del sacerdote. Todo este mixto de
sentimientos, no fueron desconocidos para De
Agostini que, encontró en esta descripción de
lo sublime una herramienta preciosa para poder
narrar detalladamente al mismo tiempo tanta
magnitud, belleza, horror, misterio, fealdad, calidez
y frialdad que indudablemente se encuentran en
los espectaculares, salvajes e inhóspitos paisajes
del sur del mundo y que fueron su hogar por
medio siglo.

Con respecto a Kant y sus dos tesis sobre el
sublime, la matemática y la dinámica, la primera
causada por lo que es inmensamente grande,
como la infinitud del tiempo y del espacio.
Sublimidad que surge de la contemplación de
la naturaleza y las propiedades de tiempo y que
demuestran que frente a la magnificencia de la
naturaleza, el hombre sufre una sensación de
desconcierto y frustración, pero luego reconoce
gracias a la experiencia de lo sublime su propia
superioridad, en cuanto es el único ser capaz
de realizar una acción moral, que lo coloca
por encima de la naturaleza y de su grandeza.
Y la segunda estrechamente relacionada con
los grandes fenómenos naturales como las
tempestades, huracanes, cascadas, diluvios,
terremotos entre otros, es decir la expresión del
poder aniquilador de la naturaleza, antes que el
hombre tome conciencia de los límites.
Todos estos componentes de la naturaleza (ya
sea matemático como dinámico) están presentes,
sin lugar a dudas en las obras del misionario,
que en ningún momento perdió la ocasión de
demostrar cómo es diminuto e insignificante
el hombre, frente a una majestuosa montaña o
a una irrefrenable tormenta, como para dar un
ejemplo de los dos tipos de sublimes del que el
filósofo nos habla.

Por otra parte con respecto a los grandes autores
románticos tales como Goethe y Schopenhauer,
se han detectado numerosas similitudes en las
formas descriptivas y uso de leguaje metafórico,
encontradas en los textos del sacerdote, sobre
todo en lo que se refiere a figuras retóricas como
la comparación y la personificación de objetos
inanimados como las montañas que a menudo
son comparadas con vírgenes inmaculadas.

Se presume que De Agostini, estaba
familiarizado con la singular lista elaborada
por Arthur Schopenhauer, que en su obra “El
mundo como voluntad y representación” describe
las diferentes escalas de sublime que según él
existían y que va desde lo simplemente bello
hasta el sentimiento completo de lo sublime.
Para este filósofo, el sentimiento de lo bello
nace simplemente de la observación de un
objeto benigno. El sentimiento de lo sublime, en
cambio, es el resultado de la observación de un
objeto maligno de gran magnitud, que podría
destruir al observador y esto es precisamente
lo que nos transmite el Padre De Agostini,
con certeza conocía muy bien esta “gama de
sublimes” que va desde el sublime más ligero
a uno de estado profundo y lo demuestran
sus miles de narraciones, que describen desde
un sobrecogedor y rojo atardecer hasta una
tormenta en medio del imponente y temido
Cabo de Hornos, en donde las gigantescas olas
amenazan con arrasar todo lo que encuentran
a su paso o algún episodio de montaña, donde
junto con la descripción de la magnífica y soberbia
montaña, el sacerdote describe la dificultad y el
sacrificio humano para llegar a ella, a causa de
algún derrumbe o tormenta de nieve.

Lo mismo se puede decir de los pintores de
la época romántica, los cuales en este trabajo
han sido comparados con la prosa (y fotografía)
de agostiniana, creando la impresión de estar
sintiendo propia la narración detallada de
determinado cuadro por parte de De Agostini.
Sobre todo en la obra del pintor alemán Caspar
David Friedrich, “El caminante sobre el mar de
niebla”, a la cual se ha particularmente prestado
atención, ya que este cuadro se debe interpretar,
según el código romántico, como un caminante
que nos invita humildemente a observar la
grandeza que tiene frente a él, un paisaje infinito,
inaccesible e inabarcable para la vista humana.
Una vez más, se toca el tema del infinito y la
insignificancia humana, tema que se encuentra
presente en toda la obra deagostiniana, sobre
todo en los episodios en que él como explorador
o su expedición, en el caso de Sfingi di ghiaccio,
(en donde fue director técnico) tienen que
enfrentarse a las fuerzas de la naturaleza o a las
inclemencias del tiempo y la mayor de las veces
son invadidos por un sentimiento de impotencia.
El sacerdote salesiano está consciente de esta
nueva categoría estética del hórrido -sublime
al igual que del bello- horrido y conoce bien
las escalas de valores que van desde el bello
al sublime.

Por otra parte y al contrario de lo que pensaba
Addison, el cual dice que la unión de la moral
con la religión son fundamentales para generar la
sublimidad; Burke, cree que lo sublime actúa sobre
la unión de la mente con el cuerpo, provocando
así sentimientos mixtos, en donde la vista de un
mar en tempestad puede causarnos tanto un
colapso a los sentidos, como sensaciones físicas,
tal como los escalofríos o palpitaciones. Estos
sentimientos encontrados, mezcla de terror y
placer que afectan tanto nuestra mente como
nuestro cuerpo, han sido muy bien representados
por el sacerdote salesiano en gran parte de sus
escritos.

De Agostini y la sublimidad del océano

El océano es un elemento fundamental en las
narraciones y fotografías del Padre de Agostini, no
obstante la montaña significase todo su mundo,
por haber nacido en tierras alpinas. Por esto el
océano desde el momento que se embarca por
primera vez hacia el sur del mundo pasó a ser
un elemento nuevo y trascendental en su vida
de explorador.

Las aguas de este gran mar abierto eran
completamente distintas a las calmadas aguas
de los lagos del norte de Italia que él conocía.
Estas quietas aguas muy poco tenían que ver
con las turbulentas aguas del extremo sur del
océano Pacifico que muchas veces el religioso
describió como un verdadero y feroz monstruo,
que amenazaba con tragarse todo.

Este monstruo que por primera vez conoció
y enfrentó al llegar al fin del mundo, donde se
encuentran las fuertes corrientes de los océanos
Pacifico y Atlántico era completamente opuesto
a la imagen sagrada, inmaculada y apacible de
la montaña a la que el Padre De Agostini estaba
acostumbrado. Porque no existen dos elementos
más contradictorios que la montaña y el mar.
Mientras la primera simboliza la verticalidad,
la pureza y la quietud; el segundo representa
la horizontalidad, el movimento constante, el
fluir de la vida que cambia a cada instante, lo
que nos provoca una sensación de inquietud
contraria a la sensación de serenidad que nos
envuelve al observar la montaña.

Cuando De Agostini se refiere al mar furioso
como un monstruo, no podemos dejar de pensar
en las palabras del filósofo alemán Schopenhauer
que a mediados del mil ochocientos, usaba ya
un lenguaje que definía e ilustraba en todo su
esplendor el hórrido-sublime.

Schopenhauer, en “El mundo como voluntad y
representación”, nos describe, un mar en tempestad,
en donde las olas gigantescas, parecieran ser
mostruos que lanzan bramidos como el grito
de una bestia furiosa, que desata en quien la
admira y escucha un sentimiento de estupor,
horror y al mismo tiempo maravilla y que a su vez
aterroriza porque amenaza con destruir a todos
y a todo lo encontrado al paso. Por su parte en
“I miei viaggi nella Terra del Fuoco” del Padre De
Agostini, encontramos notables semejanzas en
el lenguaje y adjetivos usados por el filósofo. Al
igual que Shopenhauer, el sacerdote compara el
mar tempestuoso con un temible monstruo que
lanza espantosos rugidos. Pero por otra parte, nos
evidencia esa extraña mezcla de sentimientos, de
miedo, amalgamado con el placer de ser testigo
de tan espléndido y aterrador escenario.

El duelo hombre v/s océano

Sublime, sin embargo, no se refiere sólo al
monstruoso mar furioso y a su particular manera
de percibirlo, sino que además a la heroica actitud
del hombre de enfrentarse a una naturaleza
inmensa y prepotente. Y es aquí donde se
crea el duelo. En éste es casi imposible que el
hombre resulte vencedor, sin embargo existe una
mínima chance y es a través de la inteligencia,
los valores morales y el raciocinio de los cuales
el ser humano está provisto.

Por otra lado una vez asimilado que éste no
podrá jamás competir y ganar a la fuerza de
la naturaleza, se enfrenta inevitablemente al
infinito, y es aquí donde se deben superar los
riesgos de la montaña, de los océanos, de las
selvas, de los volcanes y de los desiertos, no sin
antes, pero, sorprenderse que el terror probado
al inicio puede teñirse de placer.

De Agostini nos describe muy bien este tema
en “I miei viaggi nella Terra del Fuoco” donde
describe perfectamente esta rivalidad que,
desde los albores de la civilización existe entre el
hombre y el mar, y que es dictada principalmente
por el peligro que las aguas representan para el
ser humano, ya que como hemos mencionado
anteriormente, éste es una criatura no apta para
la vida acuática

Los pocos, pero valiosos escritos del sacerdote
sobre el mar dejan entrever patentemente esta
condición de inferioridad e impotencia del
hombre ante el poder y la fuerza perturbadora
del océano.

Con estas palabras De Agostini expresa
perfectamente lo anteriormente citado por Bodei
que el hombre ha sido siempre un esclavo del mar,
debido a que éste es imposible de domesticar.
Por ende el ser humano debe inevitablemente
someterse a su voluntad, por mucho que venga
intimidado por ésta, mostrando siempre cautela y
desconfiando de la aparente calma de sus aguas.

La prosa de agostiniana reproduce fielmente
este sentimiento de inferioridad del hombre
frente a la potencia de la naturaleza, en este caso
el mar, evidenciando la transitoriedad de la vida
frente a la eterna y violenta fuerza oceánica.

El océano como metáfora de la Navigatio Vitae

El miedo que nos causa la sensación de estar
en peligro y a su vez las ganas de enfrentarse
a lo desconocido del que ya hemos hablado es
una de la fuentes creadoras de los mitos y las
metáforas, que según el filósofo Remo Bodei,
entran a formar parte de la estructura misma
del ser humano, el cual está perennemente en
viaje: desde lo conocido a lo desconocido; desde
el pasado al futuro; pasando por el puente del
presente, y desde el nacimiento hasta la inevitable
meta final que es la muerte.

En esta metáfora, la vida es paragonada a
un largo viaje a través del mar, la denominada,
“Navigatio Vitae”, por este motivo la navegación
ha sido siempre considerada como la metáfora
de la existencia humana.

Como ya hemos dicho la característica principal
de este “viaje especial” a través de la vida, es
de estar siempre en movimiento, ya sea en el
tiempo que en el espacio, porque cada uno de
nosotros nace en un determinado lugar y en una
determinada fecha y a medida que la vida fluye,
nos encontramos con un sin fin de peripecias y
obstáculos, que nos dan la experiencia necesaria
en esta vida.

Esta metáfora de la Navigatio Vitae como un
“viaje de azar”, implica que dependiendo el tiempo
o los distintos carácteres del ser humano, cada
uno tenga una actitud distinta frente a la vida.
Existen quienes eligen ser protagonistas de su
propia existencia y por otra parte quienes muestran
menor disposición a las situaciones de riesgo y
por lo tanto prefieren ser sólo espectadores en
vez de actores.

Sin embargo existe una característica de esta
Navigatio Vita, que es común para todos. Cada
uno de nosotros tenemos delante a nuestros
ojos un camino que está lleno de bifurcaciones,
obstáculos y peligros que no podremos jamás
conocer con anterioridad.

Surge así la idea que esta “navegación” sirva para
poder adquirir experiencia y no para acumularla
como se hacía en el pasado; porque en la actualidad
la experiencia la encontramos en situaciones
donde las cosas cambian rápidamente.
Como el héroe de la mitología griega Odiseo,
quien fue un viajero que debió afrontar muchos
obstáculos y sufrimientos a lo largo de su vida,
pero en cambio aprendió a ser un hombre, astuto,
paciente y visionario.

Otro hombre, esta vez de la vida real, que
decidió ser protagonista en esta Navigatio Vitae,
de la que ya hemos hablado, fue sin duda el
Padre Alberto De Agostini, que como hombre
moderno decide compartir toda esa experiencia
de vida adquirida con quienes prefirieron ser “sólo
espectadores”, usando las palabras de Bodei. Ya
que la experiencia forjada en un viaje no sólo
nos ayuda a crecer y conocer cosas nuevas; no
se refiere sólo a descubrimientos geográficos y
estudios antropológicos, sino que se refiere por
sobre todo a saber transmitir dicha experiencia,
tal cual lo hizo el misionario salesiano que dio a
conocer a la vieja Europa, a través de una nueva
forma de lenguaje, un mundo completamente
desconocido, fascinante y aterrador al mismo
tiempo.

Con respecto a la obra del misionario, esta
metáfora está siempre presente, aunque no de
forma evidente. De sus escritos podemos extraer
una metáfora de la metáfora, por ejemplo en los
casos cuando nos describe el cambiamiento del
mar, cuando de la calma pasa a la tempestad
(o viceversa), amenazando vidas humanas.
Seguramente como religioso y hombre espiritual,
estaba muy latente en él este concepto de
Navigatio Vitae y al describir este océano furioso
que cambia improvisamente, es probable que
haya querido simbolizar el fluctuar de la vida,
que inevitablemente lleva a la muerte.

Y no sería el primer escritor en hacer esta
asociación y servirse de esta metáfora, lo hizo
mucho tiempo atrás el ilustre Boccaccio en la
novela de Landolfo Rufolo, una de sus narraciones
del Decamerón, donde el mar se convierte en
la metáfora de la suerte, porque a causa de su
constante movimiento y a sus cambios repentinos,
representa los caprichos del azar. En esta historia
el mar, simboliza los altos y bajos (tal y cual la
imagen de una ola) en la vida del protagonista,
que a lo largo de su existencia, pasó por períodos
de éxito y fortuna, alternados con momentos en
donde lo pierde todo, volviéndose a poner en
pie y recuperar sus riquezas:
“de esta manera, arrojado por el mar ora aquí
ora allí, sin comer, como quien no tiene qué,
y bebiendo más de lo que habría querido, sin
saber dónde estuviese ni ver otra cosa que olas,
permaneció todo aquel día y noche siguiente. Y
al día siguiente, o por placer de Dios o porque la
fuerza del viento así lo hiciera, éste, convertido en
una esponja, agarrándose fuerte con ambas manos
a los bordillos del cofre a guisa de lo que vemos
hacer a quienes están por ahogarse cuando cogen
alguna cosa, llegó a la playa de la isla de Corfú.”

Con estas palabras podemos interpretar a
través de la morfología del mar y sus cambios,
cómo la vida puede pasar de ser bella y tranquila
a transformarse en un caos, que nos trastorna y
amenaza, cosa que nos lleva a comprobar cómo
la métafora de la Navigatio Vitae, está siempre
presente en nuestras vidas.


Los números del padre De Agostini: 

  • 60 libros en varios idiomas: Italiano, Inglés, Alemán, Español, Magiar. 
  • Importantes álbumes: Mis viajes en Tierra del Fuego 1924; I.B. 1933-1935, Paisajes Magallánicos 1946, Treinta años en Tierra del Fuego 1955, Magallanes y Canales Fueguino 1960, Esfinges de hielo, Andes Patagónicos 1941 y la primera guía turística de la Patagonia.

Fuente

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Unas Filmaciones:

  • La PATAGONIA en el año 1910 , Documental Inèdito de Alberto Agostini:




  • Terre Magellaniche / Terras Magalhânicas / Tierras Magallánicas (Agostini, 1933):

https://www.youtube.com/watch?v=iUAdpLMIGt4



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