Estudian
el impacto del cambio climático en las esponjas antárticas, pero el
hallazgo no los dejó de sorprender: midieron temperaturas en el mar
frente a la isla Doumer (Lat. 64.9º S) que se esperaban en 100 años más,
según los escenarios pronosticados de calentamiento global. Este es el
tercer año que investigadores del Instituto Antártico Chileno (INACH)
hacen su campaña de terreno en la base Yelcho, en la isla ya mencionada.
El proyecto “Evaluando la utilidad de esponjas antárticas para el
estudio del cambio global: Respuestas a nivel individual y de comunidad”
forma parte de la Expedición Científica Antártica, ECA 54, y es
financiado por Fondecyt (11150129) y dirigido por el biólogo marino
César Cárdenas.
En el verano de 2016, él y su equipo observaron la distribución de
las esponjas antárticas en el fondo marino cercano a la isla Doumer. En
cada uno de los sitios se dejó un sensor que mide la temperatura y
luminosidad, para obtener algunos parámetros ambientales que ayuden a
comprender la distribución y abundancia de los organismos.
“En el verano del 2017 remuestreamos estos sectores y recuperamos los
sensores que estuvieron bajo el agua por 12 meses a 10 y 20 metros y
encontramos aumentos significativos de la temperatura del agua a corto
plazo, registrándose temperaturas de verano que llegaron a 3 ºC, siendo
que estas temperaturas se encuentran pronosticadas aproximadamente para
el año 2100 por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC)”,
comenta Cárdenas. Los datos obtenidos también indican importantes
variaciones a corto plazo durante la temporada, en un ambiente que
siempre se ha considerado como de los más estables del planeta.
Estos aumentos de temperatura en periodos relativamente breves,
podrían indicar que en zonas como isla Doumer y alrededores
(archipiélago de Palmer), existen características ambientales distintas.
Por tanto, los organismos que viven allí podrían potencialmente llegar a
tener diferentes tipos de respuestas al calentamiento en relación a
organismos de otras zonas, como en la Antártica oriental, en donde la
temperatura parece ser mucho más estable.
En los estudios de efectos del cambio climático en organismos
marinos, estos son expuestos a temperaturas de 3 y 5 ºC. En temporadas
estivales anteriores, se han encontrado en el mismo sector temperaturas
de 1.2 y 1.6 ºC, siendo ese el rango de la temperatura promedio para un
verano normal.
Recientemente, investigadores del British Antarctic Survey, en las
cercanías de la base Rothera, isla Adelaida (Lat. 67º S) utilizaron
placas calefactoras a profundidades similares creando escenarios de 1 y 2
°C, que corresponden a temperaturas que se esperan en los próximos 50 y
100 años según el IPCC.
Este verano, Cárdenas volvió a la isla Doumer y la medición de
temperaturas ha llegado a 1.4 grados Celsius. Estos datos se
contrarrestaron con datos de temperatura superficial (menos de 1 metro
de profundidad) obtenidos en la base estadounidense Palmer, cercana a la
base Yelcho, observando que los patrones tenían cierta coincidencia.
Efecto en los organismos marinos antárticos
Los científicos nacionales buscan entender este aumento de la
temperatura en el mar y las posibles consecuencias para el ecosistema.
Existen varios estudios que prueban con distintos organismos sometidos a
estrés y dan luces de si un animal es capaz de aclimatarse o no.
“Justamente es lo que hicimos esta temporada con esponjas del
género Isodictya que fueron sometidas en laboratorio a 3 y 6 °C y en las
cuales evaluaremos su capacidad fisiológica de responder a estos
aumentos de temperatura caracterizando los diferentes genes de estrés
que expresa esta especie en particular”, dice el especialista doctorado
en Biología Marina, en la Victoria University of Wellington, Nueva
Zelandia.
Los investigadores ya han dejado sensores y recolectado las esponjas
del sector por tres años consecutivos. Ahora, los científicos quieren
observar la reacción de un mismo organismo (esponjas que fueron marcadas
y muestreadas a 10 m de profundidad en años consecutivos) a distintas
temperaturas para determinar si las especies marinas podrán sobrevivir o
no en estos escenarios que en algunos casos ya son reales.
A las esponjas marcadas por el equipo científico, se les extraerá una
muestra de tejido para posteriormente secuenciar el ADN de la comunidad
bacteriana asociada, observando si existe algún cambio en la
composición de esta comunidad en relación al año más cálido.
Algunas esponjas que fueron analizadas el año pasado, este año 2018
ya no se encontraban. Esto se puede deber a un ciclo natural o la acción
erosiva del hielo, factor muy relevante en esta bahía de la isla
Doumer.
Los sensores tienen una duración que dependen del frío y del número
de mediciones que hagan. En la campaña actual, se están colocando nuevos
sensores de temperatura para ser recuperados el próximo verano y ver si
nuevamente se registran las elevadas temperaturas.
Una parte de los resultados de este proyecto fue publicada
recientemente por Cárdenas, Marcelo González y Pamela Santibáñez,
investigadores pertenecientes al Departamento Científico del INACH, en
la revistaPeerJ.
Publicado por INACH