Se obtuvo el ADN mitocondrial de una Macrauchenia, una especie extinta descubierta por Darwin en la Patagonia en 1834
y que representa una rareza evolutiva: tiene un cuerpo semejante a un
camello y la trompa similar a un tapir. Este logro fue producto de una
investigación internacional de la que participaron científicos
argentinos.
El doctor
Javier Nicolás Gelfo del Museo de La Plata
y del Conicet comentó que “obtener ADN antiguo es algo muy difícil y es
la primera vez que se logra en uno de los cinco grupos de ungulados
nativos de Sudamérica y que se corresponde con la Macrauchenia, última
especie del linaje de los Litopterna que se extendió por casi 65
millones de años”.
A partir de la recuperación de su ADN, uno recuerda la
película Jurasic Park y se cuestiona si sería posible traer a estos
animales nuevamente a la vida. Al respecto, Gelfo indicó que “no es esa
la finalidad del estudio y, por ahora, tampoco sería factible; sería más
probable traer nuevamente a la vida a los mamuts, a partir del ADN
antiguo que se obtuvo de ejemplares congelados descubiertos en Siberia”.
“Es más fácil lograrlo con los mamuts porque tienen familiares
vivientes, que son los elefantes, y uno puede completar la secuencia
faltante del ADN del mamut con el del elefante; en cambio,
la Macrauchenia no tiene representantes vivientes”, explicó el
paleontólogo Gelfo, uno de los autores del estudio que se publicó hace
instantes en la revista
Nature communications.
Sin embargo, el especialista aseveró que “cuando se escribió Jurasic
Park, aun no era factible secuenciar y obtener ADN mitocondrial antiguo
y, ahora, eso ya es posible, con lo cual los límites actuales se pueden
ir superando y dependen de las propuestas que nos pongamos para
superarlos”.
“Ahora se abre el debate sobre los alimentos transgénicos, pero lo
cierto es que los humanos hemos realizado selección genética desde
iniciamos la agricultura y la ganadería, por lo que recuperar la
diversidad genética del pasado nos permite saber en qué condiciones
algunos genomas pudieron dar lugar a genotipos diferentes”, consideró
Gelfo. Y agregó: “Las chances de mirar el futuro conociendo el pasado,
nos enriquecen”.
Charles Darwin, eminencia histórica sobre la evolución de las
especies, descubrió y puso atención en las macrauchenias. “Ocurre que
esta especie representa un experimento evolutivo único, porque son
animales de características muy llamativas”, indicó el investigador de
la División Paleontología de Vertebrados del MLP.
El doctor Gelfo describió que “tenían cuerpo robusto, contextura
fuerte; pisaban con tres dedos, lo cual es un rasgo interesante; y
también son llamativas porque sus narinas están ubicadas hacia arriba,
no hacia adelante como puede ser en el hocico de un perro, sino casi por
encima de los ojos, como ocurre en cetáceos, tales como los delfines y
las ballenas”.
“Uno puede observar la evolución del linaje de los Litopterna al cual
pertenece la Macrauchenia y puede ir reconstruyendo cómo es que las
narinas pasaron de estar en una posición, entre comillas, ‘normal’ hasta
llegar a ubicarse casi a la altura de los ojos”, precisó el
paleontólogo a la Agencia CTyS-UNLaM.
Estas modificaciones pudieron haberse debido a que los miembros de
este linaje se desplazaban por ambientes áridos, con mucho polvo y con
alto contenido de ceniza volcánica, por lo que estas trompas podrían
haber sido seleccionadas evolutivamente como un mecanismo para filtrar
el aire de una forma más efectiva. Además, es posible que estos animales
se desplazaran en manadas, con lo cual habrían levantado mucha
polvareda a su paso.
El linaje de los Litopterna fue tan extenso que se remonta a inicios
del Cenozoico, cuando tuvieron un ancestro común con los Perissodactyla,
linaje en el cual se agrupan los caballos y rinocerontes entre otras
especies. En ese momento, compartían prácticamente el mismo ADN y se
estima que esa especie común tuviera una contextura pequeña, fuera
herbívora y tuviera dientes de corona baja similares a como hoy tienen
los chanchos y jabalíes.
De este estudio internacional también formaron parte los doctores
Marcelo Reguero y Mariano Bond del MLP, el investigador Alejandro
Kramarz del Museo Argentino de Ciencia Naturales y la doctora Analía
Forasiepi del IANIGLA-CONICET. En tanto, el Museo de San Pedro y el
Museo de Mar del Plata colaboraron con la investigación.
El equipo de investigadores multidisciplinario también contó
con especialistas de Chile, Uruguay, Francia, los cuales fueron
coordinados por Michael Westbury y Michael Hofreiter del Instituto de
Bioquímica y Biología de la Universidad de Postdam, Alemania, y Ross
MacPhee del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.
El ejemplar que permitió obtener el ADN fue descubierto en una cueva
del sitio arqueológico y paleontológico Baño Nuevo-1, ubicado al sur de
Chile. “Esperábamos encontrarlo en huesos internos del oído por ejemplo,
pero obtuvimos el resultado positivo de una falange, lo cual para
nosotros fue inesperado, y demuestra que fue clave para esta
preservación que el material fuera sepultado en un ambiente sin oxígeno,
con poca humedad”, detalló el doctor Gelfo.
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